Mr. Turner

Mr. Turner: Genio vivo

En Mr. Turner, Leigh recrea con pericia –al estilo de los óleos y acuarelas de Turner- la atmósfera y algunos detalles de los últimos veinticinco años del controvertido pintor.

Con Mr. Turner, el realizador inglés Mike Leigh (Secretos y mentiras, Another Year) logra trasladar del lienzo al celuloide la tempestuosa e irracional fuerza de la naturaleza que el genial artista romántico, precursor del Impresionismo, supo captar en sus pinturas y que constituía todo un trasunto de su carácter.

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El director prescinde de guión y aplica su sistema: creación de clima y ambientación, investigación del personaje, improvisación.

Leigh recrea con pericia –al estilo de los óleos y acuarelas de Turner- la atmósfera y algunos detalles de los últimos veinticinco años del controvertido pintor, desde la época en que vivía con su padre y ya era reconocido por la Royal Academy of Arts hasta su muerte: el amor filial y la depresión tras la pérdida paterna, su carácter explosivo e ingobernable, la indiferencia y desprecio hacia su esposa e hijas, el trato -de derecho de pernada- con su ama de llaves, la amistad con la aristocracia, su afición a los burdeles, el escarnio de la sociedad y el descubrimiento, ya en el tramo final, del amor y una cierta paz junto a Mrs. Booth en la pensión familiar que regenta a orillas del mar, y en la que Turner se refugia.

Como es su costumbre, heredada del teatro y personalizada por la veteranía, el director prescinde de guión y aplica su sistema: creación de clima y ambientación, investigación del personaje, improvisación. En este contexto, brillan la dirección de actores -otro de los fuertes de Leigh-, la maravillosa fotografía de Dick Pope -genial en escenas como la de Turner atado al palo mayor de una embarcación en medio de la tormenta o la que dio origen al cuadro “El remolcador a dique seco”-, y la formidable interpretación de Timothy Spall (Una serie de catastróficas desdichas), que ha sido justamente reconocida con el premio al mejor actor en Cannes y más recientemente en Sevilla, donde también ha sido premiada la labor del director.

Para expresar la búsqueda constante de la luz por parte de Mr. Turner, Leigh tiene el acierto y la misericordia de aplicar uno de los recursos que más le gustan, el travelling, no sólo en el aspecto técnico, sino también figuradamente en lo narrativo, dotando a la biografía del pintor de profundidad de campo al ir de la oscuridad a la claridad. Salva así al huraño e intratable personaje de ser del todo insoportable.

No se puede decir lo mismo de la medida del tiempo. En esto Leigh no ha tenido compasión del espectador. Dos horas y media de genio vivo y efervescente son demasiado.