MS1: Máxima seguridad

MS1: Máxima seguridad | McGuffin espacial

La película comienza de manera canónica -y con una realización impecable- con Snow (Guy Pearce), que acude a un hotel para reunirse con alguien y conseguir información. Snow, todo hay que decirlo, es fuerte, está tatuado, y cada vez que abre la boca suelta un gracioso sarcasmo que suele ser recompensado con un puñetazo; Snow es un héroe moderno modelo Bruce Willis.

Seguimos; el encuentro acaba mal, y con una condena por delante Snow tiene la posibilidad de comprar su libertad a cambio de un pequeño trabajo: ir a una prisión de máxima seguridad «en el espacio», liberar a la hija del Presidente, meter en vereda a aquellos criminales, y volver a la tierra con la dama. Snow acepta, tiene además una agenda personal en el espacio exterior.

Escrita y producida por Luc Besson, amo y señor de buena parte de la cinematografía francesa, se inserta en la línea de películas como El quinto elemento -búsqueda de algo, Bruce Willis, espacio exterior-, Fortaleza infernal, o las muy entretenidas y muy anodinas del Distrito 13. Comparte con ellas la buena realización y la falta de entidad, el afán de divertir con un héroe bueno, una bella heroína, unos malos muy malos y una inmensa ensalada de golpes y disparos. El equipo de realización funciona como una maquinaria bien engrasada que da lo que se le pide.

Pero se le pide demasiado poco. MS1: Máxima seguridad funcionaría mejor si Snow no sólo estuviera allí para decir frases ingeniosas; si la hija del presidente tuviera algo que hacer allá, si… a la historia le hubieran dedicado un mínimo de atención, en lugar de limitarse a un collage de lugares comunes, bien ensamblados, sí; pero todo suena a deja vu, incluido el simpático McGuffin «¿qué fue a buscar Snow aquella noche al hotel?» del que sólo nos desharemos al final.

▲ Ritmo y efectos especiales.

▼ La historia no vale nada (aunque tampoco lo pretende).