Nine: Italia puesta a plan (Marshall)

La historia -o mito- es conocida. La nove­na película de Federico Fellini se quedó en 8 y media por culpa del bloqueo creativo del emblemático cineasta italiano. Y lo que cuen­ta esa obra maestra que 8 y ½ es pre­cisamente la historia -bastante autobiográ­fica- de un director de cine que se encuen­tra ante su peor pesadilla: no es capaz de rodar una película que todos -especialmen­te las mujeres que le rodean- esperan que ruede.

La obra maestra dio lugar a un musical, Ni­ne, y éste a la versión que presenta Rob Marshall. Marshall tenía los mimbres here­da­dos de una buena historia -metacine en es­tado puro- y aportó un casting de lujo: em­pezando por Sophia Loren no falta casi na­die.

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De un crítico se espera que puntúe. Y no es sencillo calificar a Nine. Habría que darle dos notas, porque en Nine -como en Fe­lli­ni 8 y ½ pero con más radicalidad y menos unidad- hay dos películas: una que cuen­ta el drama del director y otra que narra sus fantasías. En Nine hay un musical y un drama, hay un espectáculo de varietés y hay una cinta de cine italiano clásico.

El musical es francés y, siendo generosos, no pasa del aprobado. La referencia de la ma­yoría de las coreografías es el Folies Ber­gère -como nos recuerda una estupenda Ju­di Dench-. Y un Folies Bergère de muy poca cla­se. Los bailes son básicos, pasos simples, tres o cuatro movimientos provocativos y mu­cha lencería de lentejuelas.

Las letras, muy variables, unas aportan a la historia, otras parecen escritas en un con­curso de chirigotas procaces. Sin embargo, la orquesta es magnífica, hay buenos can­tantes -la propia Kidman en un tema muy Moulin– y el montaje, aunque a ratos sea un poco videoclipero, funciona. Ade­más, la iluminación de la película es sensacio­nal. En resumen, seis y medio.

Be italian

Luego tenemos la película, una película ita­liana, un drama romántico con hechuras de cine clásico. Y unos actores que con­siguen lo imposible: que no añoremos ni a Mastroianni ni, mucho menos, a Anouk Aimée. Daniel Day Lewis y Ma­rion Co­ti­llard sostienen la historia con dos interpretaciones antológicas. En una pe­lícula tan excesiva, tan física, tan arraba­lera, Lewis y Cotillard actúan con los ojos, con el gesto de una mano, con una ele­gancia que les hace jugar en otra liga a la que juega el resto. Si a alguien le queda duda que Cotillard es una de las grandes que la compare con las otras o que obser­ve la transformación de la contención en dolor en el último número, el desgarrado Take it all. Demasiado para una só­la actriz.

Claro que el mérito no es sólo de los acto­res. Nine hace una buena reescritura de la película de Fellini. Consciente de que los tiempos son los que son -malos para la lí­rica y de pensamiento débil-, ha aligerado el denso contenido filosófico de su prede­cesora, ha dejado algunas jugosas reflexio­nes sobre el mundo del cine y el trabajo del director, y ha respetado el carácter ita­liano de la cinta. Y ser italiano es ser la­tino, alegre, vividor, machista, espiritual y carnal, elegante y chusco, caótico y cató­lico. Y de todo esto hay en Nine. De­sor­den, evasiones, fantasías, infidelidad y remor­dimientos, anhelos de virtud y tentacio­nes de la lujuria y belleza -porque Ro­ma es bellísima- y alegría, y esperanza y un final que no estaba en Fellini pero que es bueno que esté y que también es muy ita­liano.

En definitiva, como de un crítico se espera que compare, y como Fellini era un tipo religioso, entre el paganismo de Avatar -frío y sin alma-, el protestantismo de Ha­ne­ke -riguroso y triste- y el catolicismo de Ni­ne (con sus pros y contras), me quedo sin du­da con el último. Qué gran película hubie­ra hecho Marshall si en vez de rodar dos filmes hubiera hecho un verdadero musical italiano.

Ficha Técnica

  • País: EE.UU., 2009
  • Fotografía: Dion Beebe
  • Montaje: Claire Simpson, Wyatt Smith
  • Música: Andrea Guerra
  • Duración: 118 m. Adultos
  • Distribuidora: Wide Pictures / DeAPlaneta
  • Estreno: 22.1.2010
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