No es país para viejos

No es país para viejos: Fría, cadavérica

Con esta adaptación de la novela de Cormac McCarthy, los hermanos Coen han sido nominados a la friolera de ocho estatuillas (película, director, guión adaptado, actor de reparto, fo­togra­fía, montaje, sonido y montaje de sonido). La película ha recibido en Amé­ri­ca una excelente acogida por parte de la crítica y una respuesta razonable del público (51 millones). Mis expectativas eran muy buenas, pero me he encontrado con una cinta indigesta -por la violencia- y tediosa -por la falta de ritmo y de historia- que me ha de­jado fría.

No discuto el brillante ejercicio de estilo que se marcan los Coen: la fotogra­fía es espectacular, la puesta en escena soberbia, el montaje de sonido impecable. Ciertamente hay secuencias -como la persecución del perro en el río o el primer tour de force a cara o cruz- mag­níficamente resueltas. Sin embargo, este valioso ejer­cicio formal está al servicio de una his­toria fría y cadavérica. Una narración sin alma que hace deambular a los personajes sin rumbo, entre unos cuantos parlamentos excesivamente literarios y -otra vez- tremendamente fríos.

La culpa, probablemente, es de la propia novela, de la escritura de McCarthy, una brillante escritura descriptiva, detallista hasta el exceso, que acaba cayendo en lo repetitivo e incapaz de adentrarse en los dramas humanos. La culpa probablemente será de McCarthy porque, en ésta que dicen mag­nífica adaptación -y lo será- de los Coen, además del aliño formal hay poco, muy poco, por no de­cir casi nada.

El reparto está bien, Brolin se lleva la me­jor parte, su personaje es quizás el me­jor dibujado, se echa de menos un mayor de­sarrollo del papel del policía (Tommy Lee Jones). En cuanto a Bar­dem, me parece muy bien que le den el Oscar… porque lo merece… por su interpretación en Los lunes al sol.