No mires arriba

Una sátira con diarrea cómica que pierde por su tremenda dispersión

No mires arriba (2021), de Adam Mckay

No mires arriba: Paso atrás de McKay

Tiene Adam McKay (Filadelfia, 1968) una estrategia narrativa bien definida para hacer sátira sociológica. Ya la empleó en sus dos películas anteriores, El vicio del poder (2018) y La gran apuesta (2015), ambas mejores que No mires arriba.

Esa estrategia consiste en descolocar al espectador con una comedia de situación desmelenada y acelerada que juega al despiste, una farsa gritona que pone en solfa la locura irracional que se apodera del mundo de las finanzas, de la política o de los medios de comunicación en la gestión de crisis.

El high concept de la película es claro: la aceptación pública va por delante del convencional deseo de hacer lo que beneficie más al bien común. Y para explotar este filón, McKay le da un repaso paródico al cine apocalíptico, tan presente en la cartelera, haciendo una película de asteroide que se dirige a la Tierra y que acabará con la vida en nuestro planeta, si alguien no lo remedia.

Porque de algún modo No mires arriba es una sátira atropellada sobre el populismo sensiblero en la comunicación y la importancia que se le concede a gustar y caer bien en todos los ámbitos , incluyendo el científico, el político, el periodístico, el militar…

La película es fastidiosamente larga, premiosa y sin ritmo. Tan larga que le sobra más de una hora de metraje. La diferencia de nivel entre el primer acto y los restantes es brutal. En ese sentido, es muy llamativa la torpeza del guion, incapaz de desarrollar premisas ingeniosas y divertidas.

El guion padece un mal muy extendido: la dispersión y la falta de sustancia dramática. A McKay le vendría muy bien un productor ejecutivo capaz de decirle cosas como: este gag está muy bien pero no lo repitas 20 veces; haz el favor de contener tu diarrea cómica, no puedes ir metiendo chistes hasta el infinito porque eso perjudica el conjunto, no abandones a los personajes y reduce las subtramas… El problema es que McKay es productor y ha sido guionista de Saturday Night Live, algo que le pasa factura -para mal- de manera evidente. Solo así se entienden esos 145 minutos de metraje que piden a gritos una poda.

Queda una película con situaciones muy divertidas, actores solventes y un desarrollo caótico que exige del espectador una paciencia mayúscula, o bien usar el cursor de Netflix para saltar a sketches como si de un show televisivo se tratase.

Las secuencias poscréditos suenan un poco a recochineo. Jennifer Lawrence no conecta con el tono de la historia y no se hace con su personaje de doctoranda. Leonardo DiCaprio es un actor muy solvente pero su profesor universitario y hombre familiar no evoluciona de manera consistente. Lo de Meryl Streep y Cate Blanchett nos lo sabemos ya de memoria, en sus papeles de estupendas estomagantes… Es ingenioso el empresario al que da vida Marc Rylance, pero McKay lo daña con tanta caricatura. Lo del personaje de Chamalet, es sencillamente estúpido: alarga una subtrama que no va a ningún lado.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Linus Sandgren
  • Música: Nicholas Britell
  • Montaje: Hank Corwin
  • Vestuario: Susan Matheson
  • Título original: Don’t Look Up
  • País: EE.UU.
  • Año: 2021
  • Duración: 145 min.
  • Público adecuado: +16 años (XD)
  • Distribudora: Netflix
  • Estreno en cine: 10.12.2021
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