No tengo miedo

No tengo miedo nos muestra un John Wayne que cambia su cor­cel por la bicicleta y su revólver por la sonrisa, pero con los mismos deseos de justicia

No tengo miedo, de Gabriele Salvatores

No tengo miedo: Un trágico episodio

No tengo miedo narra el trágico episodio que envuelve a una pequeña población rural al sur de la península italiana.

Nos encontramos, una vez más, an­te una de esas sorprendentes mo­destas producciones europeas que sobrevivieron a duras penas en la cartelera de nuestro país. La obra del director Gabriele Salvatores, (Ná­po­les, 1950) se podría definir francamente co­mo irregular.

Tras ganar el Oscar en 1992 con Mediterráneo, realiza ahora su décimo trabajo después de una más que discreta realización en Amnesia (2002).


No tengo miedo narra el trágico episodio que envuelve a una pequeña población rural al sur de la península italiana. Michele, un niño de diez años, des­cubre fortuitamente un agujero excavado en el suelo e intencionadamente di­simulado cerca de una casa abandonada donde su pandilla suele ir a jugar. Pe­ro el agujero no está vacío: Michele puede distinguir en la oscuridad del ho­yo un pie aparentemente inerte. A partir de este momento, y sin desvelar na­da más del argumento, el film roza la in­triga, el suspense, el terror fantástico y el drama social para, definitivamente, asentarse sobre uno de ellos, quizás el menos esperado.

Salvatores pre­senta al humilde protagonista engrandecido como un titán en los enormes campos de trigo excepcionalmente fotografiados, frente al decadente mundo de los adultos en la aldea, de la que apenas los otros niños son capaces de salir. No tengo miedo nos muestra un John Wayne que cambia su cor­cel por la bicicleta y su revólver por la sonrisa, pero con los mismos deseos de justicia. Gabriele Salvatores ha con­seguido con­tar una situación deplorable, contemplada por los ojos inocentes de la infancia y por la fría y egoísta mi­rada de los adultos y de algunos ya en­vejecidos ni­ños. Mirada que se verá redimida en la secuencia final, que presenta un clímax narrativo que haría agarrarse a la butaca al más impasible espectador.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Italo Petriccione
  • Música: Pepo Sher­man 
  • País/Año: Italia/España, 2002  
  • Duración: 106 minutos
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