Padre no hay más que uno 2: La llegada de la suegra

Padre no hay más que uno 2: La llegada de la suegra

Padre no hay más que uno contaba las venturas y desventuras de un padre en apuros: Javier al mando de la casa y con cinco retoños, en ausencia de su mujer. Una película simpática que tuvo un éxito considerable el año pasado. Para explotar el éxito, siguiendo la estela de Fernando Palacios, aquí viene La gran familia y uno más. Javier y su familia van bien -dentro de los límites de una familia numerosa con la hija mayor en plena crisis adolescente- cuando Marisa, su mujer, le anuncia que vuelve a estar embarazada. En ese momento Rosaura, su niñera, les deja por otra casa donde le ofrecen mejores condiciones. Muy a su pesar hay que llamar a la suegra, para que eche una mano.

Una vez más Santiago Segura explota su vis cómica natural y canta las alabanzas de los padres que se atreven a tener hijos, cuya vida consiste en estar pendiente de unos y otros, de ser “multitareas” y combinar mil actividades a la vez. Las exageraciones no quitan la bondad del planteamiento. Tampoco hay que buscarle tres pies al gato, esta película es superficial y no tiene otro objetivo que entretener. Lo consigue sin problemas, y además resulta bastante amable.

Cabe destacar, ya lo saben quienes vieron la primera entrega, que dos de las niñas son hijas de Santiago Segura, no les cuesta nada llamarlo papá; que el papel de su hermano es de Leo Harlem a quien vemos, desgraciadamente, poco. Tal vez por miedo de que le robe protagonismo. En cualquier caso hay una secuencia en la que están los solos, y es la mejor de la película. Cabe reseñar, también, que Padre no hay más que uno 2: La llegada de la suegra arriesga mucho en la historia de la primera comunión de una niña, y que la resuelve con brillantez. Y que la aparición de José Mota, poco más que un cameo, es una genialidad.