Platillos volantes

Platillos volantes: Cine de pandereta

La película transcurre en España durante seis semanas del año 1972. Y es en la ambientación donde el equipo de Platillos volantes ha puesto especial interés: los escenarios se cuidan, el lenguaje acompaña a la época, pero sobre todo hay intención de resaltar las marcas, los programas de televisión, los muebles, etc. propios de los setenta. Con esto, repiten una formula que parece funcionar muy bien (Cuéntame cómo pasó, Aquellos maravillosos años), por hacer posible que el espectador reconozca ilusionado lo que veía y usaba hace algunos años.

Óscar Aibar, que ha trabajado sobre todo como guionista (dirigió Atolladero en 1995), cuenta en esta película un hecho real que recuerda haber leído de niño en un periódico. Sirviéndose de cartas personales, recortes de prensa y algún testigo reconstruye la historia y la convierte en guión, con la ayuda de Guerricaechevarría (800 balas, La comunidad).

Juan y José son dos obreros textiles de Tarrasa, de 21 y 47 años respectivamente. Ambos siguen con interés todos los sucesos que se publican sobre ovnis. Un día se dan cuenta de que están en contacto con unos extraterrestres, que quieren servirse de ellos para mandar un mensaje de paz a los lideres políticos de la tierra. Las andanzas de esta pareja de pirados terminan cuando reciben un mensaje apocalíptico.

Mucha envoltura para una comedia que aburre en su cansina repetición de unos trilladísimos esquemas de humor. Si al principio te pueden hacer gracia las ocurrencias de los abducidos protagonistas, al cabo de hora y media dando vueltas sobre lo mismo el hartazgo es insoportable. Con más motivo, si lo único con lo que cuenta la historia real para respaldarse en lo cómico son unos personajes absolutamente planos (la novia estrecha, la gorda calentona, etc.), arquetipos de un cine de charanga y pandereta.