Regreso al infierno

Regreso al infierno | Son muchas las películas que retratan los efectos de la guerra en el regreso del soldado al hogar. Empezando por la genial Los mejores años de nuestra vida (1946) de William Wyler hasta la reciente Banderas de nuestro padres de Eastwood, el cine ha acertado más o menos en retratar el horror de la guerra.

En este caso, Irwin Winkler, director de las discretas La casa de mi vida y De lovely, escoge el regreso de un grupo de soldados de la guerra de Irak como argumento principal de una película que en Estados Unidos no le han hecho ni caso. Y con razón.

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Y es que en este «regreso al infierno», no hay ni infierno, ni guerra, ni nada que conmueva al espectador que de vez en cuando ve el telediario. Gran parte de la culpa la tiene el guión del primerizo Mark Friedman, que centra la atención en personajes huecos, disfrazados de tópicos que acaban por hacer increíbles a cada uno de los supervivientes. Tanto es así que, con tanta autocompasión, los personajes más que militares parecen turistas que fueron a Irak pensando que allí encontrarían la versión Oriente Medio de Disneyworld. Los diálogos suenan tan postizos que uno casi agradece que en muchos casos Friedman calle a sus personajes, le haga llorar un poco y suba la música de Stephan Endelman (que tampoco es que sea Morricone, pero bueno), para ver si el espectador se imagina ese infierno “sugerido”.

Lo asombroso es que en esta película hayan entrado actores de la talla de Samuel L. Jackson o Christina Ricci (ésta ultima aparece en dos escenas, dice quince frases, llora y desaparece a los 20 minutos de película). Resulta casi tan increíble como comprender el trabajo de Tony Pierce Roberts (director de fotografía de las mejores películas de James Ivory), que aquí utiliza en las escenas de recuerdo de la guerra un efecto de luces “traspasadoras” que dan un tono MTV verdaderamente “celestial” a la… ¿tragedia?