Señor, de Rohena Gera

· Señor, de Rohena Gera | Destaca esta película por la sencillez, todo está construido a partir de la repetición de actos cotidianos; le­vantarse, servir el té, ir a la academia, responder al telé­fo­no…

Al quedarse viuda, la joven Ratna deja su pueblo y bus­ca fortuna en Bombay. Se contrata de criada en una fa­milia bien. La película arranca con la llamada urgente a todos los domésticos de la casa. Ashwin, hijo mayor de la familia, ha rechazado a su prometida, no hay boda, deprimido vuelve a casa. Ratna se encarga de cuidarle al tiempo que ahorra dinero que envía a su familia para que su hermana pequeña estudie, y se apunta a una academia para estudiar costura y diseño, su pasión. Entre amo y criada surge una atracción, imposible.

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Señor, esta opera prima de ficción de Rohena Gera, 45 años, na­ci­da en India, estudió en Stanford y en Sarah Lawrence Co­llege. Antes había dirigido un documental sobre los ma­trimonios concertados y escrito centenares de capí­tu­los de seriales indios. Ella misma ha escrito, con una en­cantadora sutileza y una aparente facilidad, el guion de una película que aborda numerosos temas que afectan a millones de sus compatriotas: las barreras de clase, tradición y modernidad, campo y ciudad. Plantear la po­sibilidad de una relación seria entre un patrón y su sir­vienta, en la India -y no solo en la India-, es práctica­men­te impensable.

Hace poco vimos una historia similar que transcurría a pocos kilómetros de París. Aquí los señores comen en la me­sa, los criados sentados en el suelo. Ashwin pertenece a la generación joven, y es de mentalidad abierta, Ratna con un gran sentido común tiene que poner los puntos so­bre las íes; hay cosas que, simplemente, no se pueden ha­cer, la sociedad no lo permite. Ratna es viuda, tiene fa­milia política, las apariencias importan mucho en un pue­blo, aunque el sistema de castas haya sido -oficialmente- abolido.

Destaca esta película por la sencillez, todo está construido a partir de la repetición de actos cotidianos; le­vantarse, servir el té, ir a la academia, responder al telé­fo­no… y por leves gestos de los dos excelentes actores prin­cipales, Vivek Gomber y Tillotama Shome. Alusiones, diálogos velados que dicen mucho más que las simples palabras. Colores vivos, miradas luminosas y ges­tos expresivos que revelan el nacimiento de un afecto real que tiene un desarrollo sorprendente hasta la úl­tima palabra de la película.