Smoking room

Como otras muchas óperas primas, tiene influencias del rey de la independencia Cassavetes I, pero sobre todo debe mucho a Smoke y Blue in the face

Smooking room, de Julio Wallovits y Roger Gual

Smoking room: La habitación y el pánico

Smoking room | Los jóvenes directores Julio Wallovits y Roger Gual vienen del mundo de la publicidad, y de ellos se esperaba soltura en la planificación de escenas y la agilidad de un montaje picado. Lo que no era tan previsible es que, además, nos ofrecieran un guión fresco y maduro a la vez, así como unas interpretaciones tan logradas y creíbles.

Como otras muchas óperas primas, tiene influencias del rey de la independencia Cassavetes I, pero sobre todo debe mucho a Smoke y Blue in the face, dos películas en las que los personajes hablan y hablan y fuman y fuman. Y puestos a seguir buscando influencias -lo cual siempre queda muy lucido- también se pasea por allí el Jack Lemmon de El apartamento en ese patético personaje sin hogar que interpreta el robaescenas de Antonio Dechent. E incluso yendo más allá, podemos ver la mano de Ibáñez y su Rue 13 del Percebe, con ese montón de hombres cada uno en su habitación, en su universo particular. Todos son correctos empleados aparentemente razonables y civilizados. Dedicados a su trabajo y a jugar su entrañable partido de fútbol dominical, donde todos quieren ser el número nueve y destacar. Pero a la hora de la verdad, cuando llega la multinacional norteamericana con sus exigencias antitabaco, se desatará el famoso miedo escénico y todos desearán estar en el banquillo.

La principal característica del film es la austeridad, y con ella se reflejan la insolidaridad, la envidia, el egoismo y la desesperanza. Con un pesimismo latente concretado en el personaje, que opina que todo el mundo guarda un alien en su interior. Tan sólo el oficinista interpretado por Eduard Fernández parece esperar algo de los demás. Su metraje está plagado de seres con anteojeras, sin panorámica. Como los mismos planos de la mayoría de las escenas que se resuelven con rápidos barridos que van de un personaje a otro. Las caras de los oficinistas ocupan toda la pantalla, no hay espacio para nada más. Falta aire por todos lados. Se agradecen los escasos planos de exteriores. Supongo que todo eso se debe en primer lugar a consideraciones técnicas: por ejemplo, los planos grabados con mucha luz solar no suelen quedar bien en video digital. O por motivos presupuestarios, que hayan reducido los costes en mobiliario y atrezzo. Pero también tiene un carácter, digamos, «psicológico». Acercar tanto la cámara a los personajes provoca en el espectador la sensación de conocerlos de toda la vida, de ser un compañero más de trabajo.


Lo mejor sin duda son las demoledoras interpretaciones. Estamos ante uno de los mejores trabajos actorales realizados en España, que ha recibido justo premio colectivo en el último Festival de Cine de Málaga.

La estructura del guión es compleja. Uno no puede sentarse tranquilamente en la butaca y esperar que todo se desarrolle con «normalidad». Los guionistas han tirado a la basura todos los libros del tipo «cómo convertir un buen guión en un guión excelente», pero a pesar de ello las piezas encajan dentro de su lógica particular. Wallovits y Gual han entrado en el economato del cine y han cogido lo que han querido. Porque en el cine hay reglas sabidas y reconocidas que siempre funcionan. Estas reglas son como las autopistas, pero también existen carreteras nacionales o comarcales y Smoking room se encontraría aparcada en un arcén de una pedregosa carretera vecinal, o quizás mejor, al final de un semioscuro pasillo de un edificio de oficinas.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Cobi Migliora
  • Montaje: David Gallart
  • País: España
  • Año: 2002
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Reseña
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Escritor de relatos de terror y misterio, y guionista de cine y televisión. Admirador de Ford, Kurosawa, Spielberg y Hitchcock, no necesariamente en este orden
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