Soy leyenda

Soy leyenda: Náufrago en Nueva York

Después de su primera incursión al cine con la caótica y efectista Constantine (2005), Francis Law­rence (Viena, 1973) parecía destinado a ser uno más del montón de directores formados en el mundo del videoclip y la publicidad. Sin embargo, con Soy leyenda ha conseguido contar una historia que, con sus peros, tiene personajes, intriga inteligente y una dirección que huye de la parafernalia y la discoteca poniendo en primer lugar la historia, que nos presenta a un solitario científico en Nueva York después de una catástrofe biológica.

Gran parte del mérito de la película está en el guión de Mark Protosevich y Akiva Goldsman (este último, más reconocido, ha firmado argumentos interesantes como Una mente maravillosa, Yo, robot o Cinderella man junto con otros verdaderamente lamentables como El Có­digo Da Vinci). En esta ocasión los guionistas se centran en los aspectos más intimistas de la historia, descargando toda la película en los musculosos hombros de Will Smith, que una vez más no defrauda.

El retrato de profunda soledad que proponen es eficaz e interesante (bastante cercano, todo hay que decirlo, a la descripción que se hacía de Tom Hanks en Naúfrago), y plantea cuestiones interesantes metidas en el tuétano estadounidense desde el 11-S, con un to­no dramático que se confía en gran medida a la banda sonora del maestro James Newton Howard.

De cara a sus expectativas en taquilla, quizás los únicos problemas que pue­de tener esta película es que hay muchos elementos copiados (el virus, la tipología del infectado…), y que algunas partes pueden resultar algo lentas para el público, que espera que Will Smith se meriende al virus de 12 cabezas durante los 100 minutos que dura la película.

Con todo -dentro de ese “todo” está la voltereta final con la que se cierra la película y que es francamente arriesgada-, Soy leyenda es una apuesta entretenida y plausible por cuidar una historia y utilizar elegantemente el terror sin necesidad de destripar a nadie.