Super 8: Mamá, quiero ser Spielberg

Buen blockbuster veraniego de J. J. Abrams, que se nutre de lo mejor de Spielberg y se ve lastrado por la ineficacia de su director para cerrar satisfactoriamente líneas argumentales.

La tan cacareada asociación entre Steven Spielberg (productor) y J. J. Abrams (director) para resucitar la esencia de aquellas películas del primero en las que se celebraba la América rural, la amistad infantil y la ciencia ficción ingenua pero entrañable (E. T., para entendernos), nos deja un filme disfrutable y por encima de la producción veraniega media, pero lastrado por defectos que se repiten especialmente en varias de las incursiones televisivas de Abrams.

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El héroe de la cinta es Joe Lamb, un niño de 12 años que crece en los 70 en un pequeño pueblo de la Norteamérica profunda. Lamb contrarresta el dolor que siente por la pérdida de su madre en un accidente laboral y la relación de incomunicación que tiene con su padre (Kyle Chandler), afanándo­se en sacar adelante la producción amateur de una película de terror que dirige su me­jor amigo, Charles (Riley Griffiths). Joe se encarga del maquillaje de los zombies que pueblan el filme, y cuando su amor secre­to, Alice (Elle Fanning), es reclutada como actriz, su interés por el proyecto se incrementa aún más si cabe. Mientras Lamb y sus amigos ruedan una escena nocturna en una estación aparentemente abandonada, el descarrilamiento de un tren militar y la liberación de lo que transporta trastoca por completo la vida en el pueblo.

El arranque de Super 8 es muy bueno, tirando a excelente. La presentación de personajes, conflictos y escenarios es de manual. Abrams no sólo bebe de Spielberg, sino también del Rob Reiner de Cuenta conmigo y del John Carpenter de La cosa, exhibiendo un dominio magistral de la confraternización preadolescente y del terror psicológico, respectivamente.

Ocurre sin embargo que, a partir de la segunda hora de película, las líneas narrativas se diluyen y se vuelven confusas y los conflictos no se cierran satisfactoriamente. Sufre especialmente la relación entre Joe y su padre, que tanto prometía al principio y que se cierra de una manera muy blanda y perezosa. Lo mismo se puede decir del clímax, al que es imposible no comparar con el de E. T.: la balanza queda muy desnivela­da a favor de la cinta de Spiel­berg por la fal­ta total de impacto emocional del de la que nos ocupa.

Este fenómeno de presentar historias de forma espectacular para luego diluirse paulatinamente, lo hemos visto repetido en otras producciones televisivas en las que Abrams era productor ejecutivo, como Perdidos o Alias. Aún así, sigue demostrando siempre que es un tipo listísimo que elige, confecciona y vende sus productos como nadie. Super 8 se acerca a los 250 millones de dólares de recaudación en todo el mundo en un verano especialmente competido con los tropecientos filmes de superhéroes que se han estrenado.

Además, sus películas siempre dejan algo grande para la posteridad: en ésta la consagración de Elle Fanning, hermana pequeña de Dakota, una de esas actrices que aparecen de cuando en cuando y que destila carisma desde el primer fotograma. No se había visto nada igual desde que Natalie Portman nos deslumbró en León, el profesional y Beautiful girls.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Larry Fong
  • Montaje: Maryann Brandon, Mary Jo Markey
  • Música: Michael Giacchino
  • País: EE.UU.
  • Año: 2011
  • Duración: 112 m.
  • Público adecuado: +12 años
  • Distribuidora: Paramount
  • Estreno: 19.8.2011
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