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Sweet and Lowdown (Acordes y desacuerdos)

La cosa va de jazz, música que como es bien sabido apasiona al clarinetista Allen desde hace muchos años. Esta pasión ejercida da razón de las sensacionales secuencias de los ensayos con músicos negros

Sweet and Lowdown (Acordes y desacuerdos), 1999

Sweet and Lowdown (Acordes y desacuerdos):Viaje al centro del ombligo

Sweet and Lowdown (Acordes y desacuerdos) | Me crucé con Sweet and lowdown en la Gala de Entrega del Círculo de Escritores Cinemato­gráficos (CEC) cuyos miembros nos dimos el gustazo de inundar de premios una maravillosa película made in Sevilla, por título Solas, que acaba de llevarse el Goya al mejor guión original. El CEC tiene por costumbre cerrar la sencilla gala del Palafox madrileño con un preestreno de impacto, por supuesto en V.O.S, que no se diga.

De entrada, y gracias a la V.O.S., volvimos a comprobar que a la hora de titular películas no hay idioma como el inglés. Oír las voces de Sean Penn y Uma Thurman es una delicia, porque están muy bien en sus papeles, a los que si falta definición -falta- no es por culpa de ellos, sino más bien de un guión justito, justito. Samantha Morton, brillante en el papel de Hattie, la esposa muda del guitarrista, se encarga de dar el tono de desvalimiento y fragilidad conmovedores, tan habitual en el cine de Allen.

La cosa va de jazz, música que como es bien sabido apasiona al clarinetista Allen desde hace muchos años. Esta pasión ejercida da razón de las sensacionales secuencias de los ensayos con músicos negros. El neoyorkino no quería -o no podía- hacer una ambientación de época años 30 que supusiese un elevado presupuesto, por lo que, hábilmente, se inventa una historia y unos personajes, dando a la película tono de docudrama rememorativo fragmentario.


La proverbial destreza de Allen introduce los testimonios de varios expertos en la historia del jazz, que fantasean sobre la vida del imaginario Emmet Ray, hilvanando los distintos cuadros -maravillosamente concebidos y rodados- que componen los 95 minutos de esta singular muestra de corta-pega cinematográfico. Se resiente la cinta del ejercicio de collage, porque no nos da tiempo a emocionarnos con lo dulce, ni tampoco a cabrearnos con lo vil. Deslumbrados por la brillantez de Allen, seguimos apresuradamente la excéntrica carrera hacía la autodestrucción de un maravilloso guitarrista, incapaz de todo lo que no sea pensar en sí mismo, en su guitarra y en su gran complejo. Este último es uno de esos inconfundibles y eficacísimos toques de llave Allen que nos hacen reír, así que les reservo la sorpresa y no lo cuento.

En fin, dulce pero menor. Demasiado viaje al centro del ombligo, Mr. Allen.

Ficha Técnica

  • Música: Dyck Hyman
  • Fotografía: Zhao Fei
  • País: EE.UU. (1999)

 

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