Paisajes con figuras: Zeffirelli por sus fueros

Franco Zeffirelli (Florencia, 1923) es un realizador marcado por una formación artística y unos intereses estéticos bastante amplios. Diplomado en Bellas Artes, estudiante de arquitectura, ayudante de Visconti, director escénico de óperas en algunos de los mejores teatros del mundo, frecuente adaptador del teatro shakespeariano. Zeffirelli parece haber logrado el sueño de todo cineasta: hacer lo que le interesa, cuando le interesa y de la manera que estima más oportuna. Té con Mussolini es su película número 19 y supone un fascinante acercamiento visual y sentimental a una de las regiones más hermosas del planeta Tierra: la Toscana.

La puesta en escena de Carlo Centolavigna y el vestuario de Jenny Beavan (Oscar por Una habitación con vistas) son admirables y David Watkin, frecuente colaborador de Zeffirelli, ha sabido fotografiar como lo que es, un superdotado. Yo querría justificar este apasionado juicio pero no tengo espacio. Baste citar algunas de las capolavoros de Watkin (Glory, La noche cae sobre Manhattan, Jane Eyre, Memphis Belle, Hamlet, Memorias de África, Carros de fuego, Jesús de Nazaret, Robin y Marian -subrayo las colaboraciones con Zeffirelli-). Imaginen -sobre todo los que han tenido el privilegio de estar allí- lo que supone contemplar lo más bello de Florencia, su luz y colores atrapados en generosos metros cuadrados de pantalla: el Ponte Vecchio, la Piazza della Signoria, los Uffizi, el hermoso cementerio inglés. Por si no era suficiente semejante baño de belleza, la película nos lleva a la Catedral de San Gimignano con sus deslumbrantes frescos de Ghirlandaio, al Teatro romano de Fiesole, a varias villas señoriales de Frascati y Roma.

Llegados a este punto, digamos que Té con Mussolini cuenta la historia de un niño (Zeffirelli) y su relación con un grupo de ancianas inglesas afincadas en la Florencia de los fascistas años 30. Italia que camina hacia el drama. Zeffirelli escribe un argumento que se alimenta de la memoria de su infancia. Los ejes del guión son las scorpioni, un pintoresco grupo de ancianas, encarnadas por varias de las mejores actrices británicas (Dench, Plowright, Smith). Y está Elsa Morganthal, una excéntrica millonaria americana, coleccionista de arte y de hombres (Cher está esplendorosa y muy a gusto en el papel, marcándose una canción memorable). Lucca, el simpático chaval fruto de una relación extramatrimonial, es el asombro ante la feminidad plural y varia de esta historia de mujeres.

Zeffirelli vuelve a rodar secuencias antológicas de la altura de aquella inolvidable declaración de amor de Jane Eyre: la llegada del niño al hospicio, el homenaje fúnebre, el té con Mussolini, la protección de los frescos con sacos terreros, el baile, la despedida al borde del lago.

Estamos ante una película que alberga un auténtico recital interpretativo, con un sentido del humor muy británico, con espacio para la parodia política y social. Otros hubieran condimentado esta historia con especias amargas o se hubiesen zambullido en el interesantísimo mundo de mujeres que ilumina la película.

Zeffirelli ha preferido acariciar sus recuerdos con una mano ingenua, suave, delicada y -si se quiere- un poco indolente y caprichosa.

Zeffirelli insiste en su ternurismo optimista, en su gusto exquisito y apabullante por la puesta en escena de estatismo pictórico, en sus evidentes problemas de ritmo y de montaje, en su buena mano para seleccionar actores y dirigirlos. Muchos no lo tragan, otros tantos soportamos sus defectos y nos bebemos sus películas. Lo admito sin ambages: me encantan sus películas, tan llenas de defectos. Este caballero de 76 años ha filmado tanta belleza, que cada nueva película es una llamada irresistible.

Ficha Técnica

  • Fotografía: David Watkin
  • Música: ALessio Blad & Stefano Arnaldi
  • Dirección artistica: Carlo Centolavigna
  • País: Italia-Inglaterra 
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