The Party

Lo que empieza siendo un encuentro amistoso y festivo, un brindis por una compañera que ha roto el techo de cristal de la política, acaba siendo una batalla campal repleta de hostilidades

The Party (2017)

The Party: Humor e inteligencia

Sally Potter (1949) dirigió en 2017 su penúltima película, The Party, estrenada en España el pasado año, una ácida sátira sobre la descomposición y el desencanto de la izquierda política en un grupo de intelectuales que se reúnen en casa de su amiga Janet (Kristin Scott Thomas) para celebrar su nombramiento como ministra de Sanidad.

Lo que empieza siendo un encuentro amistoso y festivo, un brindis por una compañera que ha roto el techo de cristal de la política, acaba siendo una batalla campal repleta de hostilidades.

El argumento de reuniones que acaban mal lo hemos visto repetidamente en el cine: Los amigos de Peter (Kenneth Branagh, 1992), Celebración (Thomas Vinterberg, 1998), Agosto (John Wells, 2013), El nombre (Alexandre de la Patellière, Matthieu Delaporte, 2012), Un dios salvaje (Roman Polanski, 2011) o la reciente Perfectos desconocidos (Álex de la Iglesia, 2017), pero en este caso la carga explosiva es más ideológica y sofisticada dando lugar a una comedia dramática excesiva, arriesgada, pedante y cáustica sobre las incoherencias del pensamiento único contemporáneo del que cualquiera puede considerarse hijo, sobrino o conocido en alguna medida.


Aunque solo sea por su atrevimiento a la hora de confrontar las ideas con la vida -siempre irreductible- merece la pena que The Party ocupe un espacio entre lo más destacado de 2018. La pregunta que plantea Potter es: ¿qué ocurre con la corrección política cuando vienen las curvas de la vida?

Artista, feminista, intelectual y de izquierdas

Lo más sorprendente radica en que la directora británica es una polivalente artista, intelectual, feminista… y de izquierdas. Su madre era profesora de música; su padre, diseñador de interiores y poeta; y el hermano menor, bajista del grupo de rock Van der Graaf Generator.

Empezó a hacer sus primeros pinitos en el cine a los 14 años, con una cámara de 8 mm. que le regaló un tío. Abandonó la escuela a los 16 años para dedicarse a su pasión. Trabajó como investigadora de imágenes para la BBC y comenzó a realizar cortometrajes experimentales unida a la cooperativa de fabricantes de películas de Londres.

También se formó como bailarina y coreógrafa en la London School of Contemporary Dance y fundó la Limited Dance Company con Jacky Lansley. Ha trabajado como artista de performance y directora de teatro. Y ha sido miembro de varias bandas de música como letrista y cantante, colaborando incluso en la composición de algunas de las bandas sonoras de sus películas (Orlando, La lección de tango). Todo este bagaje artístico y cultural está muy presente en sus filmes, en las coreografías, el estilo teatral, el tratamiento de la música, la presencia del baile, etc.

Su juventud se desarrolló en la revolución sexual de los años 60 y 70. Cuando se le pregunta acerca de los antecedentes que influyen en su trabajo como cineasta, responde: «Vengo de un origen ateo y de antecedentes anarquistas, lo que significa que crecí en un entorno lleno de preguntas, donde no había nada preestablecido».

En mi opinión, la carrera de Potter es breve e irregular -con 8 filmes, si contamos Molly, actualmente en postproducción, además de varios cortos y alguna serie documental. No son grandes películas pero la originalidad, cierta honestidad y esa capacidad de autocrítica propia de los británicos –Potter nació y creció en Londres- hacen que casi todas tengan, al menos para mí, algún punto de interés.

En sus películas, hay una apuesta clara y decidida por la mujer habitualmente desde el feminismo combatiente, que siempre ha enarbolado como bandera. La adolescencia, la amistad femenina y la relación de las niñas con sus progenitores está muy presente en Ginger & Rosa, con una crítica feroz al libertinaje y una llamada a la responsabilidad paterna. También está presente este vínculo en Vidas furtivas y en la próxima Molly. La perspectiva de género, en Orlando, fracasada adaptación de la novela homónima de Virginia Woolf, una obra muy compleja que extiende su historia a lo largo de 400 años. La desigualdad en las relaciones entre hombres y mujeres, en Yes y La lección de tango. Rage y The Party, en cambio, centran su temática en las incoherencias del mundo artístico y político, respectivamente, aunque también está muy presente la mujer.

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El estudio crítico completo de esta película se encuentra en el libro Cine Pensado 2018, que puedes adquirir en este enlace:

Ficha Técnica

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Reseña
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Periodista. Máster en Guion, Narrativa y Creatividad Audiovisual por la Universidad de Sevilla
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