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Tiempos de amor, juventud y libertad

Se le puede echar en cara a Hsiao Hsien un cierto pesimismo en el mensaje, pero hay que reconocer que es difícil hacer un diagnóstico tan acertado del amor con un acompa­ñamiento visual tan conseguido

Tiempos de amor, juventud y libertad (2005)

Tiempos de amor, juventud y libertad: Pausa, prisa, amor

Tiempos de amor, juventud y libertad | El taiwanés Hou Hsiao Hsien (China, 1947) es un habitual de los festivales de cine más prestigiosos. Ganó el Fipresci en la Berlinale 1986 por A time to live, a time to die, el León de Oro en Venecia 1989 por La ciudad triste, y el premio del jurado en Cannes 2003 por El maestro de marionetas.

En esta triple película, el veterano director realiza un interesante ejercicio de estilo, con una lectura tan abierta como sugerente. Em­pieza narrando una sencillísima pero conmovedora historia de amor. En 1966, en Kaoh­siung, un joven recorrerá diferentes aldeas chinas hasta encontrar a May, una joven que trabaja en un billar y de la que está enamorado. Sirviéndose de una banda sonora apoyada en dos canciones románticas de la época –Smoke in your eyes y Rain and tears-, Hou Hsiao Hsien construye una narración lenta (con predominio de planos secuencia y larguísimos planos fijos) pero muy elocuente, que tiene su clímax en un plano final que si lo cuento puede parecer cursi, y que sin embargo resulta sublime.

En el segundo tiempo, el de la libertad, situado en 1911, el director establece un paralelismo entre la situación histórica del Tai­wán de principios de siglo (bajo la servidumbre de Japón) y la represión de las mujeres cortesanas. El realizador oriental narra la elegante pero opresiva historia de amor no correspondido entre una cortesana que sólo aspira a convertirse en concubina para tener una cierta estabilidad afectiva, y su cliente, un intelectual que lucha por la independencia de Taiwán. La luz cambia de tonalidad, pues la historia, a diferencia de la anterior, transcurre en interiores. Además, no contento con los planos fijos del primer episodio, Hsiao Hsien se atreve a hacer en este fragmento, muy similar a su Flores de Shangai, una película muda, con subtítulos impresos sobre el tapete de una mesa, y sustituye las pegadizas canciones pop por interminables canciones chinas entonadas con un instrumento típico.


Esta lentitud, que a ratos se hace casi insoportable, se rompe bruscamente en la tercera pieza, el tiempo de la juventud, que transcurre en el Taipei contemporáneo. Al igual que en Millenium Mambo (gran premio técnico al sonido en Cannes 2001), hace una demoledora radiografía de la juventud actual a través de la tormentosa relación -de espaldas a sus respectivas parejas- entre una cantante epi­lép­­tica y bisexual y un fotógrafo obseso. En realidad, esta pieza puede leerse como la otra cara de la moneda de las dos anteriores: a la lentitud se opone la prisa, el actuar por impulso, desaparece el formalismo, no existe ni el delicado de la primera ni el opresivo de la segunda, no hacen falta las formas porque ya no significan nada (el fotógrafo hace las paces con su novia con un abrazo absolutamente falso que ella acepta, consciente de esa falsedad), apenas hay diálogo porque las relaciones son instantáneas, breves e impersonales (magistral la secuencia inicial con esa carrera desenfrenada en moto en medio de un ruido ensordecedor), las nuevas tecnologías funcionan como un elemento invasivo de la intimidad. Lo que no sabemos de los protagonistas por sus conversaciones lo conocemos por sus mensajes de móvil. Para contar esta tercera historia, Hsiao Hsien cambia totalmente de registro formal con un montaje abrupto a base de planos cortos, prescinde de la elipsis, utiliza una luz fría y un tono mucho más oscuro y desesperanzado.

Aunque las tres piezas podrían funcionar casi como películas independientes, Hou Hsiao Hsien ha querido asegurarse de que cuenta con unos hilos comunes que no sólo son los actores -los mismos en los tres episodios- sino también los temas (la comunicación, la relación entre hombres y mujeres, el paso del tiempo…). Dice el veterano realizador que ha querido hacer un análisis de cómo el amor se muestra de diferentes maneras se­gún el contexto histórico. Se le puede echar en cara un cierto pesimismo en el mensaje, pero hay que reconocer que es difícil hacer un diagnóstico tan acertado con un acompa­ñamiento visual tan conseguido.

Ficha Técnica

  • País: Taiwán (Zui hao de shi guang, 2005)
  • Fotografía: Mark Lee Ping-bing
  • Montaje: Liao Ching-song
  • Vestuario: Wang Kuan-yi
  • Dirección artística: Wang Chih-cheng
  • Distribuidora: Golem
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