Tigerland

Un especialista de películas de acción como Schumacher dirige esta película de supuesta guerra bajo los principios del Manifiesto Dogma

Tigerland (2000)

Tigerland: Tras la estela del Dogma

Joel Schumacher nunca se ha visto en otra igual. Un especialista de películas de acción como él, que se encuentra en plena corriente principal de Hollywood, dirigiendo una película bajo los principios del Manifiesto Dogma. Sorprende ver a un director tan americano metido en estos líos de daneses, cuyo cine está tan a años luz de la concepción de otras obras de Schumacher como Un día de furia, Batman forever, Tiempo de matar o El cliente. Y no es que me parezca mal, al contrario, creo que es bueno un poco de riesgo en la vida en general y en el arte en particular, y una búsqueda de nuevos caminos y de distintas formas de expresión. Eso de que alguien que está en la cumbre coja un buen día los trastos y se lance sin red es un buen ejercicio para no oxidarse las neuronas. Y creo que no va a ser lo único, pues al parecer este mismo director prepara un largometraje donde transcurriría toda la acción en el interior de una cabina de teléfonos. Eso es lo mejor de Tigerland: el riesgo. Pero no lo es tanto sus resultados.

Para adentrarse en estos senderos, Schumacher lo hace rodando un filme de guerra cuyo mayor problema es que no hay guerra. Por lo cual promete algo que no tiene, y eso puede defraudar un tanto al espectador no avisado. Transcurre todo en un campo de entrenamiento donde los soldados norteamericanos se preparan para ir al Vietnam. Visualmente resulta un tanto caótica (ya se sabe, ¡El Dogma!). Filmada en 16 mm., consigue así dar un mayor grano a la emulsión y le da un aspecto de documental. Rodada en veintiocho días, lo cual en cierta forma se refleja en el resultado final, pues la película parece hecha con prisas, gracias entre otras cosas a la cámara en mano, que lejos de crear transparencia consigue el efecto de estar todo el rato acordándose del operador de cámara (y de su madre).

Las películas del llamado Dogma buscan reflejar la realidad, en lo que sus autores llaman «cine verdad»; sin embargo, Tigerland tiene algunas situaciones increíbles, como una escena en la que un soldado suelta un discurso filosófico mirando una luna llena mientras pela patatas. O la rebeldía con la que se comportan los soldados respecto a sus superiores, como si se trataran de boys scouts amotinándose en un campamento de verano porque la sopa está fría, y no soldados que se arriesgan a un consejo de guerra ante una inminente entrada en combate.


A Schumacher se le nota que tiene oficio, y sobre todo por la agilidad con que mueve a sus actores, en especial al protagonista Colin Farrell. Y ha hecho una película de hombres en el peor sentido de la expresión, pues las mujeres apenas aparecen sino como divertimento sexual del guerrero, para mostrar que la integridad del protagonista no es tal. El director de fotografía Matthew Libatique hace lo que le mandan, y sabiendo lo perfeccionista que suelen ser estos profesionales, se debe suponer que ha debido de sufrir lo suyo al mantener algunas escenas subexpuestas sin ningún motivo y ver sus planos sin etalonar (igualar dos planos seguidos en color para dar sensación de continuidad).

Al Dogma le gusta hablar de pureza y de castidad artística. Queriendo mostrarse como guardián del cine en estado puro, sin artificios, ni colorantes ni conservantes, sin utilizar luz artificial, sin trípodes ni grúas, y sin música, a no ser que a alguien le dé por tocarla dentro de la misma película. Nació realmente para dar cobertura ideológica a hacer un cine barato, pero yo tengo mis dudas; que me diga alguien si es barato que en algunas escenas de Bailar en la oscuridad Lars Von Trier utilizara cien cámaras de vídeo. Y me pregunto si no es cine en estado puro Centauros del desierto por usar luz artificial. Si Lo que el viento se llevó no es cine en estado puro por culpa de la música de Max Steiner, o Psicosis por utilizar trípodes y grúas.

El Dogma, y esta película entre ellas, está bien como experimento, como aventura, como forma de llamar la atención, pero tanto verismo puede llegar a cansar, como aquella película de Andy Warhol llamada Dormido (Sleep, 1964), que consiste en un único plano fijo de un señor durmiendo durante ocho horas. Será todo lo realista que quiera, pero por favor, un poco de falsedad no viene mal de vez en cuando. Las películas del Dogma que perduren en la historia del cine lo harán por otros motivos: por conseguir emocionar. No son clásicos de la literatura ni Hamlet ni Don Quijote por su realismo, sino por la profundidad con la que tratan a sus personajes y por las emociones que trasmiten.

Ficha Técnica

  • País: EE.UU., 2000
  • Fotografía: Matthew Libatique
  • Montaje: Mark Stevens
  • Música: Nathan Larson
  • Estreno en España: 11 de mayo 2001
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