Todas las canciones hablan de mí

Todas las canciones hablan de mí: Truffaut en Las Vistillas

Todas las canciones hablan de mí | Andrea es una joven y atractiva arquitecta. Ramiro trabaja en una librería. Han esta­do juntos seis años y se han separado. Pe­ro Ramiro no es capaz de asumir la pérdida y vaga como alma en pena por las calles de Ma­drid. Animado por sus amigos, intenta ol­vidarse de Andrea conociendo a otras muje­res.

Jonás Trueba se había dedicado hasta aho­ra a escribir guiones. Con su padre, Fer­­nando, escribió el libreto de El baile de la victoria. En su debut como director True­­ba apuesta por un drama romántico con todos los tics del cine de autor, desde la voz en off hasta la estructura episódica, los diálogos literarios y los recitados en plano fijo y mirando a cámara. Se nota que True­ba Jr. ha visto mucho y buen cine y su pe­lícula, como confiesa, es un intento de dia­logar con los grandes títulos y cineastas que le han marcado, especialmente de la Nouvelle Vague. El reto es arriesgado y al jo­ven cineasta sólo le sale a ratos. Hay momen­tos de buen cine, una fotografía muy cui­dada del Madrid de los Austrias y unas ac­trices estupendas (mucho mejor que ellos) lideradas por Bárbara Lennie, pero el resultado es una película irregular, reitera­tiva en algunos temas y bastante artificio­sa.

Defectos de principiante que probablemen­te supere porque, sepultado por los recur­sos cinematográficos y desvaído por algu­nos guiños a la contemporaneidad muy tos­cos, el discurso de la película es interesan­te y se nota que Trueba tiene cosas que de­cir sobre el valor del pasado, la necesidad del realismo en las relaciones afectivas, el abu­rrimiento del sexo sin amor y el va­cío de la frivolidad. Habrá que seguirle la pis­ta.