Todos están bien

Todos están bien: Talento de tramo corto

Frank es un jubilado viudo que intenta reu­nir a sus cuatro hijos dispersos por Es­ta­dos Unidos en una comida familiar. Como finalmente ninguno acude a la cita, Frank decide a ir a verles uno a uno para comprobar que todos están bien.

Remake de una película de Giuseppe Tor­natore protagonizada en 1990 por Marcello Mastroianni. En esta ocasión el peso recae sobre un De Niro dirigido y reconvertido en el gran actor que es cuando no hace lo que le apetece en cada escena. Todo se centra en él, en su patética soledad y en su afán por recuperar la unión familiar. Hay muchos temas de interés que van apareciendo y que tienen que ver con la sociedad norteamericana que vive un bienestar material sobresaliente y fríamente vacío (muy bien representado por las casas de los hijos de Frank: verdaderos monumentos de cristal gélidamente decorados).

El guión del propio Kirk Jones (Des­per­tando a Ned) teje bien los pequeños detalles que hacen avanzar la historia: la preparación solitaria de la comida familiar y la posterior decepción ante la falta de respuesta de los hijos, el simbólico cableado telefónico al que Frank ha dedicado toda su vida, los diálogos iniciales con los hijos que cuentan sólo con sus miradas, ya que las palabras son epidérmicas. Todo pinta muy bien con unos actores que están maravillosos y muy bien escogidos.

Pero conforme avanza la historia y el cadáver acaba de ser diseccionado, el director y guionista sorprende con recetas simples y superficiales a los conflictos de interés planteados. Es como si el proyecto iniciado se le fuese de las manos bien porque le viene grande, o por miedo a hacer algo que pueda irritar al american pie de casa con jardín y barbacoa. Queda así una película finalmente bastante tramposa, en la que acaban pesando mucho las sorprendentes casualidades del guión y las lecciones de didáctica fácil que vienen a decir que, en el fondo, everybody’s fine, todos están bien, así que no nos amarguemos la existencia reflexionando que se nos enfría el pavo con tanto pensamiento etéreo.