Tolkien: Beren-Lúthien
· Tolkien | Quien no sepa sobre Tolkien y no conozca su obra asistirá a una historia más bien anodina y sin especiales acontecimientos, lo que de manera cursi llamaríamos una suma de conflictos de baja intensidad dramática.
«Porque si, como parece probable, no escribo nunca una biografía ordenada -está en contra de mi naturaleza, que se expresa sobre las cosas más profundamente sentidas en cuentos y mitos-, alguien que esté cerca de mi corazón debería saber algo sobre las cosas que los registros no registran: los espantosos sufrimientos de nuestra infancia, de los que nos rescatamos mutuamente, pero no pudimos curar del todo las heridas que más tarde, con frecuencia, resultaron incapacitantes; los sufrimientos que padecimos después que empezó nuestro amor; todo lo cual (por encima de nuestras debilidades personales) podría contribuir a volver perdonables o comprensibles los lapsos de oscuridad que a veces estropearon nuestras vidas, y a explicar como estos nunca rozaron nuestras profundidades ni disminuyeron el recuerdo de nuestro amor juvenil. Por siempre (en especial cuando me siento solo) nos encontramos en el claro del bosque y vamos de la mano muchas veces para escapar a la sombra de la muerte inminente antes de nuestra última partida».
El 13 de julio de 1972, un año antes de su muerte, Tolkien escribía a su hijo Christopher, para manifestarle su deseo de que en la tumba de su esposa, fallecida en 1971, se colocase debajo de su nombre el apelativo Lúthien. Como es sabido Christopher (nacido en 1924) y Priscilla (1929) son los hijos vivos del escritor que están al frente de la Tolkien Company que gestiona los derechos de la obra de su padre.
Un director finlandés
Me parece que las palabras que he reproducido son sumamente oportunas para referirse a la película producida por Fox Searchlight que han escrito David Gleeson y Stephen Beresford y que dirige el finlandés Dome Karukoski. Que a un finlandés le interese la figura de Tolkien solo será sorprendente para quien no conozca la obra del escritor inglés. Tolkien siempre mostró predilección por esa lengua (y por su literatura épica) y se llevó una alegría cuando le escribió un finlandés interesado en traducir El Señor de los Anilllos.
La película cuenta la historia de la infancia y la juventud de un escritor muy célebre al final de su vida pero que llevó una vida muy común en la que el hecho más destacado fue su participación, recién casado con Edith Bratt, en la I Guerra Mundial. Tolkien fue oficial de comunicaciones en el 11º Batallón de Servicio de los Fusileros de Lancashire en la terrible batalla del Somme. De allí sale enfermo y pasa el resto de la guerra recuperándose del mal contraído en las trincheras.
Con un cuidado diseño de producción, Tolkien cuenta con unos actores solventes que dan vida a unos personajes a los que vemos -insisto- en su adolescencia y en su juventud. Considero un acierto haber afrontado de esa manera este biopic que pivota sobre dos hechos fundamentales en la vida de Tolkien: su enamoramiento de Edith y la amistad forjada con un grupo de compañeros del King Edward’s School de Birmingham donde estudió. El horror de la guerra va y viene durante un metraje en el que solo fugazmente vemos a los cuatro hijos de Tolkien, ya profesor en Oxford.
Un relato interesante pero no apasionante
El relato es interesante para quien tenga interés. Perdonen que lo escriba así; pero es que es así. Quien no sepa sobre Tolkien y no conozca su obra asistirá a una historia más bien anodina y sin especiales acontecimientos, lo que de manera cursi llamaríamos una suma de conflictos de baja intensidad dramática.
Agradezco al director que no fabule. El retrato es veraz. Tolkien es un huérfano que se casa con otra huérfana a la que conoce en la casa donde ambos son acogidos por una señora a instancias del sacerdote-tutor legal de John, que se opone a la relación hasta que Tolkien no hay cumplido los 21 años. Convertir la relación de Tolkien y su mujer en un cuento de hadas con fuegos artificiales hubiera sido un tremendo error. Porque Tolkien crea cuentos de hadas y los defiende a capa y espada porque la vida que crece en el humus lingüístico de este filólogo excepcional es la que llena de sentido su vocación al arte, a la docencia y a la investigación.
Es respetable que algunos hubieran preferido que la historia se centrase en un Tolkien al borde la jubilación que pugna por publicar El Señor de los Anillos mientras mantiene reuniones semanales con otros amigos escritores (los célebres Inklings). Yo les entiendo, pero entiendo más al director porque conozco bien la vida y la obra de Tolkien y he leído su epistolario. Tolkien viajó poco, escribía mucho y nunca fue un hombre especialmente sociable en el sentido más elemental y menos peyorativo de la expresión. La película es valiente al insistir en las heridas que le dejaron su dura infancia, marcada especialmente más que por la pobreza (que la hubo) por la desubicación y cierta hostilidad clasista, propiciada en buena medida por la decisión de la madre del escritor, Mabel, de convertirse al catolicismo en 1900, bautizando con ella a sus dos hijos. Al fallecer Mabel en 1904, los dos hermanos Tolkien quedan al cargo de un sacerdote hispano-británico, Francis Xavier Morgan Osborne, nacido en El Puerto de Santa María. Este discípulo del cardenal Newman, perteneciente al Oratorio de San Felipe Neri, juega un papel enormemente relevante en la vida de Tolkien, algo que se cuenta brevemente pero muy bien en la película.
Lily Collins y Nicholas Hoult hacen un buen trabajo y traslucen el carácter de unos personajes que quedan bien retratados en el epistolario de Tolkien al que antes me he referido. Ella no es una intelectual pero sí una pianista muy dotada. Él fue un hombre celoso de su obra, profundamente creyente que crece rodeado de adversidades y valora la lealtad y la camaradería de los buenos amigos. Tolkien, como hizo su madre con él, cuidó extraordinariamente la educación de sus hijos que fueron los primeros destinatarios de sus cuentos e historias. Termino con un apunte: lo que puede parecer más chocante (el juego con los terrones de azúcar) está contado por Carpenter en su biografía.
No era fácil establecer vínculos entre la vida del joven Tolkien y su obra, especialmente la que tiene lugar en la Tierra Media. La película lo hace sin didactismos pueriles. Y evita lo que hubiera sido tentador pero muy peligroso: llevar la historia a la amistad de Tolkien con Lewis o su relación epistolar con Auden o con sus editores. Eso es apasionante para los tolkienianos pero no tiene miga para el resto de los mortales. Y en este sentido, la película conecta estratégicamente con otro reciente biopic sobre escritor célebre también protagonizado por Hoult, Rebelde entre el centeno, que muchos desdeñaron y a mí me pareció muy interesante. Una buena película, como ésta. Ninguna de las dos está destinada al gran público ni es cine comercial de fácil consumo.
Ficha Técnica
- Dirección: Dome Karukoski,
- Guion: David Gleeson, Stephen Beresford,
- Intérpretes: Colm Meaney, Nicholas Hoult, Lily Collins, Genevieve O’Reilly, Tom Glynn-Carney, Patrick Gibson, Anthony Boyle, David Puckridge, Pam Ferris,
- Fotografía: Lasse Frank Johannessen
- Montaje: Harri Ylönen
- Música: Thomas Newman
- Duración: 112 min.
- Público adecuado: +12 años
- Distribuidora: Fox
- EE.UU., 2019
- Estreno: 14.6.2019