Traidor

Traidor: Un enfoque distinto

Samir Horn (Don Cheadle), un islámico convencido, se ve envuelto en la preparación de un brutal atentado terrorista que pretende hacer tambalear la opinión pública norteamericana. Ron Clayton (Guy Pearce), agente del FBI, procurará lograr información de Samir y evitar el atentado.

El terrorismo islámico y los servicios de espionaje están demasiado de moda en el cine. Eso hace que películas como Traidor resulten, en sus tramos iniciales, demasiado previsibles. El espía que se infiltra, la preparación de los atentados, los contactos secretos con la policía… Todo ello rodado con ese estilo televisivo de series norteamericanas como 24 o CSI tan simulado en películas de acción recientes como La sombra del reino, y en el que uno echa de menos la fuerza visual y musical que sí consiguen imponer, entre otros, Michael Mann, Christopher Nolan o los hermanos Ridley y Tony Scott.

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Aún así, la película tiene buenos actores y un guión que dosifica bien la acción (Je­ffrey Nachmanoff ya demostró con el guión de El día de mañana que sabe equilibrar una historia y hacerla creíble), permitiéndose sorprender al espectador en los últimos tramos y cerrar bien la película. De esta manera, al acabar de ver el filme uno se queda con la sensación de que, con sus limitaciones, Traidor tiene más contenido que otras películas recientes más eficaces visualmente pero en el fondo bastante vacías como Red de mentiras. Es ahí, en la reflexión que propone la película, donde la película es distinta al poner el foco de atención en el islámico convencido que rechaza radicalmente el uso de la violencia. Este enfoque gana enteros con personajes que, aunque algo fríos y distantes, están bien matizados e interpretados, especialmente por Don Cheadle y Saïd Taghmaoui (al que ya vimos haciendo un buen trabajo en la reciente Oh Jerusalén).

En definitiva, una entretenida lección que no está de más en un género que tiende al maniqueísmo y al relativismo moral con excesiva frecuencia.