Tratamos demasiado bien a las mujeres

Tratamos demasiado bien a las mujeres: Cóctel explosivo

· Crítica de Tratamos demasiado bien a las mujeres | Estreno 15 de marzo de 2024.
· Tanto la entrañable tropa de los maquis (fantásticos Antonio de la Torre y Óscar Ladoire) como la Guardia Civil y los rehenes en Correos destilan ironía, humor absurdo, situaciones grotescas y, por supuesto, una aguda reflexión acerca del sinsentido de la guerra.

Tras una dilatada trayectoria como responsable de vestuario, Clara Bilbao firma su primera película en esta adaptación de la novela de Raymond Queneau, On est toujours trop bon avec les femmes (1947). A su vez, supone un remake de una película francesa de idéntico título (1971). No obstante, la realizadora modifica completamente la época y el escenario originales: si aquel relato se desarrollaba en Dublín en 1916, esta película se sitúa en la España de 1944, cuando un batallón de maquis, en su huida hacia Francia por los Pirineos, decide conquistar un pueblo asaltando la estafeta de Correos. Entre sus rehenes se encuentra Remedios (Carmen Machi), quien había acudido allí para recoger el vestido de novia que encargó.

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A partir de esta premisa, Clara Bilbao ofrece una obra difícilmente clasificable: asistimos a un esperpento bélico, donde el humor negro, cierta melancolía poética y una fina parodia de los códigos del terror conforman un cóctel tan explosivo como las granadas lanzadas desde la estafeta de Correos. No cabe duda de que no gustará a todos los públicos: su nicho objetivo deberá suspender -más si cabe- cualquier atisbo de incredulidad, adentrarse en unos cánones más propios del videojuego de acción que del realismo bélico y, por supuesto, no esperar cualquier tipo de verosimilitud histórica a la España de entonces. En parte, en esto reside su atractivo. Bilbao reconoce que no pretende ofrecer un panfleto ideológico, sino quitar hierro a la polémica entre las dos Españas, y para ello está el humor. Tanto la entrañable tropa de los maquis (fantásticos Antonio de la Torre y Óscar Ladoire) como la Guardia Civil y los rehenes en Correos destilan ironía, humor absurdo, situaciones grotescas y, por supuesto, una aguda reflexión acerca del sinsentido de la guerra.

Además, conviene destacar el arduo esfuerzo de producción (la estafeta de Correos del Pirineo se construyó en Lugo) y el hábil manejo de la puesta en escena. A pesar de la estrechez del espacio, la directora salva el posible peligro del anquilosamiento teatral, evitando que el ritmo decaiga. Para ello, mide con éxito las pausas reflexivas y el ir y venir por el vestíbulo, el sótano, las estancias superiores y las gélidas calles nevadas. De este espacio se adueña Remedios, en un in crescendo diabólico que dejará atónito al espectador.