Truman Capote

La película de Miller pone su principal interés en la figura del escritor, en su tarea de documentación

Philip Seymour Hoffman, como Truman Capote (2005)

Truman Capote: El crimen de un escritor

¡Tremenda! Seguramente quienes hayan leído la novela documento de Truman Capote, titulada A sangre fría (1966), también considerarán que la novela -y no sólo los hechos en ella narrados- es tremenda.

Tremenda también es la película A sangre fría (In cold blood, 1967), de Richard Brooks, en la que no colaboró Capote, pero, digámoslo así, no hacía falta, pues el mismo R. Brooks fue muy riguroso en la adaptación. Había dado prueba de su capacidad como guionista, entre otros, con Forajidos, 1946, y de su predilección literaria como director, entre otras películas, en Dulce pájaro de juventud, 1962, y en Lord Jim, 1965. En A sangre fría, Brooks «llevó al extremo su preocupación por la reconstrucción de los hechos; en blanco y negro, la película subraya la intensidad de aquellos crueles acontecimientos y el implacable eslabonamiento de los actos personales en la existencia humana», como señaló atinadamente Jean Loup Passek.

Bennett Miller, en la actual Capote, tiene un guión de Dan Futterman, que a su vez se apoya también en un libro: en la novela -así califica él la biografía- homónima de Gerald Clarke. El guión presenta el periodo de vida del escritor ocupado en la documentación de los hechos acaecidos en 1959 (dos hombres jóvenes asesinan, en una granja solitaria de Kansas, a los cuatro miembros de una familia), en intimar con los criminales encarcelados, en recabar sus datos personales y en ir redactando el libro, que se publicará en 1966. Perry Smith y Richard Hickock fueron ejecutados en 1965.


La película de Miller, por tanto, pone su principal interés en la figura del escritor, en su tarea de documentación. En esta tarea es intensamente ayudado por Nelle Harper Lee, autora de la novela, en buena parte autobiográfica, Matar a un ruiseñor; en ella recrea su propia infancia en Alabama y la de su vecino amiguito Truman, como si fueran hermanos.

Pero la figura del escritor adquiere una especial densidad psicológica y dramática al conseguir –Capote tenía una gran capacidad de convicción y también de autopromoción- entrar en contacto con los dos presos; y en especial con Perry Smith, y establece con él una, al parecer, íntima amistad. Especial dramatismo porque se muestran en paralelo -casi se explicita- dos vidas abandonadas desde la infancia, al menos faltas de afecto. Perry acaba en el odio, y quizá en el desequilibrio mental, hasta el crimen; y Truman se afinca en una obsesiva egolatría, que crece hasta lo patológico, y acaba en un amor de sí mismo que le incapacita para querer al prójimo, que le lleva a falsear sus sentimientos, y hasta el crimen; pasivo y moral, pero crimen.

Es fácil para un actor profesional componer un personaje homosexual amanerado, como era Capote; pero hace falta un gran actor como Philip Seymour Hoffman para mostrar, además, todo ese dramatismo, esa tortura interior, ese egoísmo extremo, que acobarda y aún anula a la persona. Es significativo que Truman Capote ya no pudo terminar su siguiente libro, Plegarias atendidas (1976); también debido -dio a conocer los 4 capítulos iniciales- al rechazo e indignación de la gente en ellos maltratada. En 1980 apareció una colección de relatos: Música para camaleones. Muere en 1984, consecuencia de la depresión, pastillas y alcohol, una especie de autodestrucción ya iniciada al comenzar, en 1959, su trabajo A sangre fría: causa directa de su fracaso, según asegura Gerald Clarke. La película de Bennet Miller, aspirante a cinco Oscar, transmite eso con honda intensidad.

Ficha Técnica

  • País: EE.UU. (Capote, 2005)
  • Adam Kimmel
  • Christopher Tellefsen
  • Mychael Danna
  • Sony Pictures
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