Un bocado exquisito

Un bocado exquisito: ¿Dónde está la sal…?

· Crítica de Un bocado exquisito | Estreno 18 de agosto de 2021.
· La estructura del guion es estimable, más por su armazón narrativo que por el desarrollo de unos personajes, humanos pero faltos de enjundia y reducidos por la sintética resolución de sus dilemas y conflictos.

Carsten y Maggie están casados, tienen dos niños y un objetivo profesional irrenunciable: lograr una estrella Michelin para su restaurante de gastronomía creativa, donde el ambicioso Carsten es el chef.

Christoffer Boe (1974) es una de las jóvenes figuras del cine danés. Director hasta ahora de quince filmes, entre largos, cortos y series, también ha escrito los guiones de catorce de ellos, incluido el de Un bocado exquisito. Esta vez comparte autoría con Tobias Lindholm (1977), uno de los referentes ineludibles del cine nórdico actual. Ahí están, entre otros, sus guiones de La caza (2012), La comuna (2016), la oscarizada Otra ronda (2020), todas dirigidas por Thomas Vinterberg, y de series como Borgen (2010-11) o The Investigation (El caso del submarino) (2020), uno de sus escasos trabajos como director, junto a A War (Una guerra) (2015).

​Había pues muchas posibilidades para que la película hiciera honor al título español. El original (Smagen af sult), como el inglés (A Taste of Hunger), es menos engañoso y más rebuscado (o retorcido): El sabor del hambre, al que cuesta encontrar sentido y casi ofende, entre tanta opulencia sibarita.

De entrada, ingredientes, condimentos, aliño, elaboración… prometen. Hay un interesante discurso de fondo sobre el difícil equilibrio entre triunfo profesional y paternidad. También buenas dosis de la sal y pimienta, cal y arena conyugal. Boe y Lindholm han moderado la intensidad de los estructurales pesimismo, ambigüedad, cinismo, desesperanza… del cine escandinavo, haciendo una historia menos tortuosa y algo más luminosa, aunque el sol apenas sea convidado.

Los personajes protagonistas cometen de hecho graves errores, contrapunteados con recursos inhabituales en el cine contemporáneo. Es otro ejemplo de discurso moral presente en la obra de Lindholm, tan divergente de cínicos divertimentos ambivalentes como, sin ir más lejos, Jinetes de la justicia (Anders Thomas Jensen, 2020).

Destacan la versátil fotografía del chileno Manuel Alberto Claro, la música electrónica de Anthony Lledo y Mikkel Maltha, la dirección artística de Charlotte Snede Sørensen, Cada uno contribuye al sólido diseño de producción de Nikolaj Danielsen, transmisor del sofisticado tinglado culinario autoral, encapsulado en restaurantes de envolventes ambientes minimalistas, estudiadas iluminaciones y demás parafernalias. Argumento, escenarios, técnica coadyuvan para lograr un vistoso y seductor trabajo sensorial.

Un bocado exquisito adolece de la delicada y sutil sensibilidad de, por ejemplo, Deliciosa Martha (Sandra Nettelbeck, 2001). Sí comparte con ésta la ubicación urbana, entorno del que, además del sol, la naturaleza nórdica es relegada a sendos pasajes, uno de los cuales resulta demasiado largo y quizá superfluo.

La estructura del guion es estimable, más por su armazón narrativo que por el desarrollo de unos personajes, humanos pero faltos de enjundia y reducidos por la sintética resolución de sus dilemas y conflictos. No ayuda un montaje de habitual factura publicitaria, que agrava la artificiosidad general.

Rompecabezas de saltos cronológicos, la historia está organizada por capítulos identificados con un sabor (dulce, salado, amargo…), un personaje (Carsten, Maggie, Fredrik…) y un acontecimiento. Ello permitiría seguirla desde puntos de vista diversos. Sin embargo, la aguada entidad dramática impide ahondar mejor en un relato ambicioso pero insulso, que podría haber dado más de sí. El menú tiene interés y está bien presentado, pero queda muy lejos de delicatessen danesas como El festín de Babette (Gabriel Axel, 1987).