Un hípster en la España vacía

Un hípster en la España vacía: El pueblo no es para mí

· Crítica de Un hípster en la España vacía | Estreno 27 de marzo de 2024 en Prime Video.
· Bebiendo de influencias buñuelianas y berlanguianas, la cinta se desarrolla en general con aciertos, pues refleja las contrariedades de muchas políticas actuales de un modo desenfadado y amable.

El veterano Martínez-Lázaro (80 años) sigue al pie del cañón y vuelve a producir con LaZona otra película fiel su estilo habitual: una comedia romántica, de corte satírico y paródico, con final previsible y feliz. Esta vez la idea surge de una novela homónima de Daniel Gascón (2020), que el realizador adapta para la gran pantalla en colaboración con Daniel Castro (Ocho apellidos marroquís, 2023).

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De la parodia «autonómica» de la taquillera Ocho apellidos vascos (2014), salta a la sátira política, en un momento perfecto para ello, pues toman a chacota todo lo que el sentido común rechaza. Así, aunque el director presume expresamente de ser de izquierdas, plasma las contradicciones y excesos de cierto partido (no se nombra), con unos planteamientos tan irreales como ridículos para una España rural que se conoce de lejos y mal.

Quique (Lalo Tenorio), un imberbe político de segunda fila, se traslada a un pueblo de Teruel para implementar las políticas pensadas para la España vacía. Atrás deja a su novia (Macarena García), dudando de si ella quiere seguir la relación con él… o con el líder que le ha enviado a esta misión (Paco León). Al llegar se choca de plano con la realidad rural: un pueblo plasmado de seres repletos de una rara humanidad, con los que parece que no podrá hacer carrera.

Quique (Lalo pensó en Errejón para dar vida a su papel) intenta convencer a los vecinos, con esa verborrea de moda, de la que la gente del pueblo se mofa y que le hace sentirse como un pulpo en un garaje. Se esfuerza por explicarles lo que es un huerto colaborativo, el lenguaje inclusivo o invertir en medidas ecológicas. Lo mejor es cuando les propone un taller de nuevas masculinidades aprovechando la figura de Paco Martínez Soria y el visionado de La ciudad no es para mí (1966).

Bebiendo de influencias buñuelianas y berlanguianas, la cinta se desarrolla en general con aciertos, pues refleja las contrariedades de muchas políticas actuales, anacrónicas y ridículas, de un modo desenfadado y amable. También es tierna y auténtica la trama amorosa de Quique con Lourdes (Berta Vázquez) la camarera del bar del pueblo, a diferencia de la fogosa relación de su ex con el líder, que desdicen del tono amable general de la historia.

Presentada en la pasada edición del Festival de Málaga, veintidós años después de que Martínez-Lázaro recibiera allí la Biznaga de Oro por la comedia musical Al otro lado de la cama, se ha ido de vacío, pero de seguro será un éxito de taquilla. Y al final es lo que cuenta.