Un hombre sin pasado: Enorme Kaurismäki

El recurso del individuo que pierde la me­moria y que lucha por reencontrarse a sí mismo ha sido empleado, de un modo u otro y con dispar fortuna, en títulos del cine más reciente que el lector recordará, como en Memento de Christopher Nolan o La luz prodigiosa de Miguel Hermoso. El úl­timo en utilizar la amnesia como elemento dramático ha sido el finés Aki Kauris­mä­­ki (1957). Lo ha hecho en Un hombre sin pasado, pequeña y deliciosa obra de una sencillez y efectividad pasmosas que para sí quisieran muchas de las producciones que acaparan las carteleras nacionales.

El propio Kaurismäki condensa en una fra­se el arranque de la película: “Un hombre sin nombre llega a la ciudad y es agredido ca­si hasta la muerte”. Tras una milagrosa recuperación, el individuo, bautizado con el anó­nimo calificativo de M, descubre que la paliza recibida le ha robado, a golpe de bate, su bien más preciado: la memoria. M, el hom­bre sin pasado ni identidad, será auxiliado por una comunidad de desheredados que vive al margen de la gran ciudad.

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No es de extrañar que Un hombre sin pasado maravillase en la última edición del Fes­tival de Cannes, con jurado presidido por el siempre sorprendente David Lynch. A mi juicio, la cinta de Kaurismäki tiene más de un punto en común con Una historia verdadera de Lynch. Se percibe en la forma de integrar a los personajes con el paisaje, en este caso dominado por los bellos y azules cielos fineses, pulcramente fotografiados por Timo Salminen. Se nota en el ritmo, marcado al compás de la máxima “sin prisa, pero sin pau­sa”. Se aprecia en los personajes que pueblan la cinta y que salpican de fino humor una historia dramática (impagables son las apariciones del guardia de seguridad y de su perro Hannibal, o las de la peculiar banda de músicos).

Un hombre sin pasado es también una historia de segundas oportunidades, con un toque de fábula moral, ajena al sentimentalismo fácil, que recuerda a Frank Capra: la am­nesia es una ocasión para la redención del hé­roe, para dejar atrás un pasado que no por desconocido deja de aventurarse más amargo que el actual.

Kaurismäki demuestra también ser un ti­po inteligente y comprometido que no desaprovecha para apretar las tuercas a la burocracia y la deshumanizada sociedad del bienestar. Pero el finés critica sin acritud, simplemente comparando la frialdad de los despachos con la calidez y bondad de los desconocidos que acogen a M.

Los actores están soberbios. Así, la humanidad que desprende M es posible gracias a la mirada de Markku Peltola, y la entrega ab­soluta a los demás de Irma tiene en el rostro de Kati Outinen su mejor expresión. Tras ganar el Gran Premio del Jurado y el Pre­mio a la Mejor Interpretación Femenina en el último Festival de Cannes, Un hombre sin pasado aspira ahora al Oscar a la Mejor Película de habla no inglesa.

Ficha Técnica

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