Una bolsa de canicas

Una bolsa de canicas: Dos hermanos frente al mundo

· La fotografía de Christophe Graillot para Una bolsa de canicas es notable, y el conjunto está al servicio de los dos jóve­nes protagonistas, Dorian Le Clech y Batyste Fleurial.

En 1973 Joseph Joffo escribió Un saco de canicas, una novela autobiográfica en la que recordaba su paso de la infancia a la madurez durante la Segunda Guerra Mun­dial, de 1941 a 1945. En el París ocupado la vida trans­curría con bastante normalidad hasta el día en que les obligaron a llevar la estrella de David cosida en la cha­queta; entonces sus padres decidieron que él y su her­mano Maurice -cuatro años mayor- debían huir, solos, a la zona libre. El viaje tiene todos los elementos de las grandes aventuras iniciáticas: aventura, emoción, pe­ligro… una lección de astucia para sobrevivir y otra de op­timismo. El libro se convirtió pronto en un best-seller en diferentes idiomas; en 1975, Jacques Doillon rea­lizó la primera versión cinematográfica. Christian Du­guay no ha realizado un remake de ese filme, sino una nueva versión del libro y es muy fiel al texto.

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Conviene decir que Duguay no es francés, es canadiense, lo que le da una cierta distancia sobre los luga­res y las personas, que conoció personalmente a los auténticos Joseph y Maurice Joffo, y que es un director pulcro: autor de El arte de la guerra (con Wesley Snipes), de la mini serie Juana de Arco (con Leelee So­biescu), de telefilmes que incluyen una vida de Coco Cha­nel, una de San Agustín y una de Pio XII en Roma, ba­jo la ocupación; es decir, es un director polivalente don­de los haya.

La puesta en escena es simplemente correcta, adecua­da, pero es mejorada por un diseño de producción esmerado que reconstruye con notable verismo el ambiente de época; la fotografía de Christophe Graillot es notable y el conjunto está al servicio de los dos jóve­nes protagonistas, Dorian Le Clech y Batyste Fleurial. Gran­des descubrimientos del casting, esos dos críos realizan un trabajo sensacional, cargan con el peso de la pe­lícula de principio a fin, y el director y su equipo se han dado cuenta y los han puesto en valor en todo momento. Les aguarda un gran futuro en el cine.

Esta cinta supera a la versión de Doillon y sintoniza me­jor con el espíritu de la historia, con su canto a la familia, su optimismo y afán por superar las dificultades. Aun­que en ocasiones cede al sentimentalismo, en general tiene el tono adecuado, incluida la rabia del pueblo que al final se ceba contra los colaboradores.