Una canción del pasado

Una canción del pasado: Entre Sundance y Hollywood

Una joven viaja a una pequeña localidad de Nueva Orleans para asistir al entierro de su madre, a la que no veía desde hacía muchos años. Uno de sus objetivos es recuperar la casa donde pasó parte de su infancia. El problema es que está ocupada por dos viejos amigos de su madre, un profesor de literatura en permanente estado de embriaguez y un discípulo tampoco demasiado sobrio, que no están dispuestos a marcharse.

La idea de partida del primer largometraje de Shainee Gabel es poco original; de hecho, la línea argumental es muy similar a la de un buen puñado de películas, algunas tan recientes como Algo en común o Elizabethtown. Sin embargo, la realizadora americana ha sabido mitigar esta falta de originalidad con un planteamiento de fondo que, si no llega a ser novedoso, al menos es más esperanzado y abierto que el que suele ser habitual en este tipo de filme. Otro de los aciertos ha sido introducir algunos elementos de contraste que, siendo arriesgados sobre el papel -borrachos que recitan continuamente citas de gurús de la literatura universal-, funcionan bien en la pantalla.

La directora era muy consciente de que Una canción del pasado era una película de personajes y ha acertado rotundamente en el reparto, arrancando especialmente a Travolta y Johansson unas valiosas interpretaciones.