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Una razón brillante

Una joven mujer musulmana, que accede a una universidad privada de París para estudiar Derecho, se encuentra con un viejo profesor sumido en el cinismo, por el cual ha perdido su prestigio e influencia

Una razón brillante (2017)

Una razón brillante: Clase media, clase alta

Una razón brillante | Desde Intocable (Nakache, 2011) reconocemos un giro revelador en la comedia francesa. Este nuevo estilo -que quizá empieza a ser ya un poco viejo- afecta tanto a los contenidos como al modo de tratarlos, que no es cosa menor. Este revulsivo humorístico que ha generado dramedias fílmicas notables, alimentando así el interés por las producciones galas en el mundo entero, se define con una identidad propia y original, osando, en muchos casos, enfrentarse a la tradición cómica anterior. Por eso, quizá lo más visible de este fenómeno haya sido la capacidad de abordar temas socialmente delicados y sensibles para la inmensa mayoría de los franceses. De modo que la gravedad de los asuntos se ha aliado con la táctica del respeto y, en algunos ejemplos, incluso con la de la compasión.

Este signo de humanidad abierta en las historias es posiblemente lo más conmovedor de esta tendencia. Pues, como se aprecia, por ejemplo, en Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (Chauveron, 2014) o en El nombre (De la Patellière y Delaporte, 2012), la ocasión social se presta amablemente a un retrato no sólo psicológico específico, sino antropológico. Por otra parte, este espectáculo humorístico se aleja de la chabacanería y del chauvinismo más recalcitrante atrayendo así el interés general del público fuera de las fronteras de Francia. Europa y Occidente entero están más o menos retratados en sus problemas profundos y en la representación imaginada que de ellos hacen gran parte de los europeos y, ¿por qué, no?, de muchos que comparten la herencia occidental, muy puesta en jaque por la ola de la hipocresía del buenismo.

Lo políticamente correcto

La premisa de Una razón brillante (Le brio, en su título francés) destaca esencialmente por dos motivos: el primero, porque enfrenta a una joven mujer musulmana que accede a una universidad privada de París para estudiar Derecho con un viejo profesor sumido en el cinismo, por el cual ha perdido su prestigio e influencia. Tras un altercado durante el primer día de clase y ante el resto de los alumnos, en el que el profesor Mazard acorrala verbalmente a Neïla haciendo alusiones y chistes fáciles sobre la cultura y la religión musulmanas, el profesor es obligado a entrenar a la joven para que represente a la facultad en un torneo nacional de Debate. El rectorado le ha dado así un ultimátum, amenazándole con la expulsión, pues, en realidad, lo que le preocupa a la dirección (más allá del destino de su empleado) es su reputación mediática.


El segundo motivo por el cual esta historia merece la pena es su intrincado y aleccionador argumento. La trama se enroca hábilmente en la brillante exposición que hizo el filósofo Arthur Schopenhauer en su libro El arte de tener razón expuesto en 38 estratagemas (escrito entre 1830-1831). En este compendio meticulosamente pensado con una ironía feroz, se recogen las falacias o estratagemas retóricas que usamos a veces, voluntaria o involuntariamente, en las discusiones, con la vanidosa o soberbia finalidad de tener razón aunque, en realidad, solo la llevemos. Dice este pensador al respecto que la «erística» es:
«el arte de discutir, y de discutir de tal modo que uno siempre lleve razón, es decir, por fas et nefas [justa o injustamente]. Uno puede, pues, tener razón objetiva en el asunto mismo y sin embargo carecer de ella a ojos de los presentes, incluso a veces a los propios ojos» (Schopenhauer).

Esta tendencia del hablar (y del escribir) humano de carácter oblicuo y anti-veraz se debe, según Schopenhauer, «a la natural maldad del género humano. Si no existiera esta, si fuéramos por naturaleza honrados, en todo debate no tendríamos otra finalidad que la de poner de manifiesto la verdad, sin importarnos en nada que esta se conformara a la primera opinión que hubiéramos expuesto o a la del otro».

Es decir, si no primara el interés propio, primaría la verdad. Esta difícil elección -mediada por el egoísmo- aparece en su mayor esplendor cuando se trata de venderse o vender algo. Por eso la película de Attal va más allá del retrato cultural que aqueja a Francia en la actualidad; en realidad, juega con un doble plano de profundidad bien llevado y adecuadamente dispuesto, sin forzamientos: es cierto que en el orden de la trama de Neïla, resulta muy interesante ver cuáles son las vicisitudes y peripecias por las que ha de pasar una joven de los barrios suburbiales, con ideales y con un sentido de la dignidad poco común. Ella desafía tanto su condición económico-social como su condición de mujer de religión islámica. Por ello, el alegato es doble: la meritocracia hace las personas libres para decidir qué hacer con sus vidas, en el plano laboral. Las conquistas y éxitos profesionales han de aliarse a la ética del esfuerzo, al talento y a la voluntad firme de proponerse grandes metas, cuando es razonable hacerlo. Y, a la par, merece la pena luchar contra las esclavitudes reales a las que algunos preceptos del Islam someten a la mujer.

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El estudio crítico completo de esta película se encuentra en el libro Cine Pensado 2018, que puedes adquirir en este enlace:

Ficha Técnica

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Reseña
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Profesora de Guion de Series y de Epistemología de la Comunicación en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra
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