Vanilla Sky

La versión americana de la segunda y peor película de Alejandro Amenábar, Abre los ojos, es prácticamente igual a la original, cambiando algunos datos someros

Vanilla Sky (2001)

Vanilla Sky: Empeorando un remake

La miseria intelectual del más reciente cine norteamericano es realmente estremecedora. Sus guionistas carecen de las más mínimas ideas originales para pertrechar nuevos argumentos que den origen a nuevos filmes. Y para salir del paso, lo más fácil es aprovechar las ideas de otros para escribir sus historias. Así, en los últimos años, estamos asistiendo a un aluvión de cintas basadas en novelas exitosas (actuales o no), en versiones actualizadas de algunos clásicos, o (lo que es peor) en versiones americanas de filmes europeos de hace más bien poco. Y es que el caso Vanilla Sky no es el primero; ya en 1996 versionaron La cabeza sobre el agua, una cinta noruega de gran éxito en su país de origen dos años antes, que aquí se llamó Solamente se vive una vez, y que, aparte de coincidir en el hecho de ser versiones yankees de filmes europeos, ambas cuentan en su reparto con la rubia presencia de Cameron Díaz. La finalidad de estos filmes europeos sólo puede ser la utilización de historias ajenas como propias (en el caso de Vanilla Sky, es significativo que en los créditos aparezca Cameron Crowe como autor del guión, y el filme de Amenábar únicamente aparece mencionado al final del todo) y, de paso, dar a conocer algo del cine europeo en Estados Unidos. Aunque a decir verdad, lo que se da a conocer son las versiones americanas, pero los filmes europeos rara vez llegan al gran público.

La versión americana de la segunda y peor película de Alejandro Amenábar, Abre los ojos, es prácticamente igual a la original, cambiando algunos datos someros. David Aames es un joven editor de revistas. Todo le va bien. Tiene todo lo que cualquiera podría desear (un buen trabajo, mucho dinero, un cochazo y a la modelo Julie GianniCameron Díaz– en la cama). Pero en su fiesta de cumpleaños, Brian, su mejor amigo, le presenta a Sofía, una española que acaba de conocer, y David se enamora de ella. A la mañana siguiente, la cabreada Julie, que no ha sido invitada a la fiesta, se ofrece a llevar a David a su oficina y se tira con el coche por un puente. Ella muere y él queda con la cara desfigurada. David no acepta la nueva situación, pero una operación le arregla el rostro. Súbitamente, Sofía se transforma en Julie, su cara vuelve a desfigurarse y todo parece estar volviéndose una oscura pesadilla.

Vanilla Sky tiene el problema de muchas de las películas americanas de los grandes estudios: es una película potito. Es decir, presenta todo muy masticadito, muy deglutido, todo muy explicadito para que el americano de a pie, que parece que sean todos muy cortitos, no tenga que entretenerse mucho en pensar. Hay muchos detalles a lo largo de todo el filme que van desvelando el final. La historia, prácticamente igual a la original, tiene elementos, chispazos, detalles que anticipan el desenlace, y mucho más para los que hayan visto la versión española.

Toda la complejidad que ofrecía Amenábar en Abre los ojos, aquí se han perdido. El director español nos presentaba las piezas de un puzzle que el espectador debía recomponer. El problema era que las piezas no encajaban o, mejor dicho, que la figura resultante no era la que el director quería realizar. Cameron Crowe, en cambio, presenta el puzzle ya construido, pero nos lo muestra a trozos, por fracciones, para que en ningún momento veamos el entramado completo. Pero, al igual que le ocurría a Amenábar, una cosa es lo que se quiere decir y otra lo que se deja traslucir por lo que se dice, que es bien distinto.

Un Tom Cruise en horas muy bajas se erige en único protagonista de un filme hecho para lucimiento exclusivo del actor, donde se pasea durante el 100% del metraje ante nuestros ojos. Todo ocurre por y para su personaje. Un monumento a la vanidad de Cruise, un actor cada vez más endiosado. Es como si aquel famoso chiste («Yo antes era vanidoso, pero me curé y ahora soy perfecto») hubiese sido creado para él.

Del mismo modo que ocurrió con Abre los ojos, que ya habrán visto todos, por lo que desvelar su interés no debe preocupar mucho, Crowe quiere contar una historia en la que hay una parte real y una parte soñada. Pero todos los indicios señalan que todo es un sueño, por lo que es normal que todo gire en torno al protagonista, pero lo que no es normal es que haya un personaje que tenga una vida aparte de su relación con el protagonista. Y éste no es el único error.

En resumidas cuentas, Vanilla Sky es aún peor que la película original. Lo cuál era difícil imaginar. Una película mala, entre otras cosas porque no aporta nada nuevo, que al fin y al cabo, es el fin último de un remake: aportar una nueva visión sobre la historia, cosa que aquí no ocurre.

Ficha Técnica

  • Fotografía: John Toll
  • Montaje: Joe Hutshing, Mark Livolsi
  • Música: Nancy Wilson
  • Duración: 128 min.
  • Público adecuado: +16 años
  • Distribuidora: Universal
  • EE.UU., 2001
  • Estreno: 1.2.2002
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