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Viva la libertà

Gran comedia italiana, una de las mejores farsas en décadas sobre el mundo de la alta política, con un Servillo sensacional

Viva la libertà, de Roberto Andò

Viva la libertà: Dar todas las notas

La farsa es un subgénero arriesgado. Porque pare­ce que cuando te tiras a esa piscina puedes ha­cer lo que te brote… Y no, la comedia -en todos los sub­géneros que la conforman- tiene una natu­ra­leza y un comportamiento muy característicos, mu­cho más rígidos de lo que parece. Para dar to­das las no­tas hay que saber y haber ensayado mu­cho.

La química de la comedia es, en buena medida, cues­tión de tener las sustancias necesarias y acertar en las mezclas. Sin materia prima no hay nada que ha­cer. Puedes tener los ingredientes más exquisitos y arrui­narlos al juntarlos.

La comedia en general, la farsa en particular, es un te­rritorio cartografiado; e internarse por él, pres­ci­dien­do de mapas y de las experiencias previas de los que lo han recorrido, es temerario.


Porque la farsa es una región con muchos peligros. A poco que te descuides, puedes acabar atascado en un barrizal, enredado en un laberinto es­pinoso, despe­ña­do o en el fondo de un pozo.

Sátiras con hechuras de farsa sobre el mundo de la po­lítica se han hecho muchas. Con más o me­nos espacio para el cinismo. Sin ir muy lejos, Bertrand Tavernier ha adaptado un cómic hace po­co, Quai d’Orsay. Y, co­mo ya contamos en la crítica de Claudio Sánchez (pincha aquí), el resultado no termi­na de ser satisfactorio. Al me­nos no está a la al­tura de lo mejor de Tavernier.

La película italiana que nos ocupa es, en muchos sen­tidos, una obra muy lograda. Y lo es porque tiene mu­cho equilibrio. Porque sabe caminar por los sitios ade­cuados a la velocidad adecuada. Como lo hicieron Ca­pra, Lubitsch, Chaplin, Tati, Stur­ges o Berlanga. Ca­da cual a su manera, con re­sultados asombrosos.

Dos hermanos gemelos. Un filósofo internado en un ma­nicomio. Un líder político internado en el grotesco cir­co de la política populista, de la par­titocracia italia­na. La bisagra es el jefe de gabinete del político, Andrea, un personaje sencilla­men­te formidable, ma­ravillosamente interpretado por Valerio Mastandrea, merecedor del David de Do­natello al mejor actor se­cundario.

Contar más es una canallada. De veras que lo es. El pre­miado guión de Roberto Andò y Angelo Pas­quini, ba­sado en la novela Il trono vuoto del pro­pio Andò, no se merece esos obscenos destripes que practican dis­tribuidoras y críticos perezosos.

La película tiene un elenco soberbio, está muy bien ro­dada y mejor montada. Hay sabiduría en la manera de hacer evolucionar el relato, que flu­ye tan suavemente que un espectador despistado pue­de pensar que es convencional y fácil de ar­mar. Todo lo contrario.

Los personajes femeninos son excelentes (esa Bruni Te­deschi, cien veces más hermosa y expresiva que su her­mana) y sirven como catalizadores de una sutileza en­comiable.

En medio de la función, como un metrónomo, es­tá uno de los mejores actores vivos. Se llama Toni Servillo. Nos hace reír y llorar, pensar y soñar.

Servillo baila, discursea, tararea melodías… con­vier­te su rostro en un mapa del tiempo con sol, nubes, ra­yos, truenos, lluvia cala bobos y cha­parrón que te em­papa. He’s an actor for all seasons. Proprio certo.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Maurizio Calvesi
  • Montaje: Clelio Benevento
  • Música: Marco Betta
  • Duración: 94 m.
  • Distribuidora: Caramel
  • Público adecuado: +18 años (S)
  • Estreno en España: 21.5.2014

Italia, 2013. 

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