Wall Street: El dinero nunca duerme

Wall Street: El dinero nunca duerme | 23 años no es nada…

Wall Street: El dinero nunca duerme | El primer tramo de esta película funciona relativamente bien, en gran medida gracias al carisma de una extraordinaria actriz llamada Carey Mulligan; todo lo hace bien esta mujer magnética. Gekko (bien Douglas a pesar de que se le construye un arco de transformación sujeto con alfileres) sale de la cárcel y se encuentra a su hija muy enamorada de Jake, un bróker empeñado en sacar adelante un proyecto industrial relacionado con nuevas tecnologías aplicadas a la energía.

El guión de Loeb y Schiff permite a Stone un arranque vigoroso con unos conflictos de peso, profesionales y personales, con la burbuja inmobiliaria y la especulación como telón de fondo. Los problemas de la película surgen cuando Gekko toma protagonismo y se fuerza su relación con la joven pareja.

Todo empieza a ser menos creíble, forzado, hasta llegar a un desenlace que no parece muy propio de Stone y tampoco de una película sobre la ingeniería financiera y otros eufemismos que evitan hablar de las trapacerías del capitalismo salvaje, de obscenas plusvalías y jugueteos bursátiles gansteriles.

Wall Street: El dinero nunca duerme es digna pero el guión no está, de ninguna manera, a la altura del original del propio Stone, que se ve que no tenía mucho interés en tomar la pluma y se ha conformado con una realización de alto standing y una dirección de actores de prestigio, entre los que destaca, además de los citados, el malo que compone Josh Brolin. El tono, para ser Stone quien dirige, es bastante más esperanzador y menos cínico de lo que acostumbra un director que, a mi juicio, solo fue excelente en una gran película titulada JFK.

Lo mejor: Carey Mulligan.

Lo peor: La evolución de Gekko.