White Boy Rick

Demange dirige con buen pulso una película muy interesante, independiente y minoritaria. El guion quiere denunciar unos hechos, una tremenda injusticia, pero le falta persepectiva

White Boy Rick: Oscuros ochenta

· Yann Demange me contó que le gusta rodar películas de ambientación y personajes complejos, malos que no lo son tanto, y buenos que pueden meter la pata; la historia de White Boy Rick le pone en bandeja todos los elementos.

Detroit, años ochenta, una pobre familia blanca, es decir parias entre los parias en Estados Unidos. La madre abandonó el hogar, el padre hace chapuzas y vende armas, la hermana mayor, drogadicta, se fue con su novio. Rick acompaña a su padre, hace novillos y se ha apuntado a una banda de color: es un chico blanco que habla y se mueve como un negro, de ahí el nombre de la película. Esta historia es real, todo lo que se cuenta sucedió, pero es además una fábula sobre la ambición, como la del Cincinatti Kid, o cualquiera que hable de realizar el sueño americano por medios fáciles. Al principio Rick no es más que un adolescente simpático y, a su nivel, tiene éxito; lo sabe todo sobre el tráfico de drogas; la policía le anima a montar su pequeño negocio para tener un confidente; luego lo dejan suelto…

Yann Demange (’71) me contó que le gusta rodar películas de ambientación y personajes complejos, malos que no lo son tanto, y buenos que pueden meter la pata; la historia de White Boy Rick le pone en bandeja todos los elementos: unos nada bucólicos años ochenta y un Richard Wershe Jr. que fue condenado a cadena perpetua cuando aún no había cumplido los dieciocho años. El guion se escribió cuando le concedieron la condicional, después de más de treinta años de cárcel. Su historia es un bello estudio de personajes: Rick, un genial Richie Merritt, que todavía no ha usado una navaja de afeitar y se echa a la espalda la familia, su hermana, su padre, sus abuelos, su hija… y toda la desesperación de ser basura blanca, sin posibilidad de cambiarlo; junto a él Matthew McConaughey, que desde que apostó por el cine independiente borda papel tras papel, cada vez más complejos, es aquí un pobre desgraciado que se empeña en no perder la fe, y consigue, de algún modo, salvar a su familia. La joven Bel Powley interpreta a la hermana, un papel secundario de suma importancia y de una tremenda complejidad.


Demange dirige con buen pulso pero el guion tiene el fallo de querer ser un documental verídico y contar los hechos que afectaron a Richard, olvidando el interés relativo de los mismos. La lucha contra la droga, los problemas de las bandas, la policía, o sus mismos abuelos quedan en un oscuro segundo plano. El guion quiere denunciar unos hechos, una tremenda injusticia, pero le falta persepectiva. El resultado es una película muy interesante, independiente y minoritaria.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Tad Radcliffe
  • Montaje: Chris Wyatt
  • Música: Max Richter
  • Duración: 111 min.
  • Público adecuado: +16 años (X-V)
  • Distribuidora: Sony
  • EE.UU., 2018
  • Estreno: 8.2.2019
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Reseña
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Historiador y filólogo. Miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos. Ha estudiado las relaciones entre cine y literatura. Es autor de “Introducción a Shakespeare a través del cine” y coautor de una decena de libros sobre cine.
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