Ya no somos dos: Adulterio

El segundo largometraje de John Cu­rran llega siete años después del primero, y adapta dos relatos del escritor An­dré Du­­bus, muerto en 1999 a los 63 años. Otro cuen­to de este autor fue llevado al cine en 2001 (En la habitación).

En la costa oeste de Estados Unidos, junto a la frontera con Canadá, dos profesores de universidad, Jack y Hank, tienen una relajada amis­­­­­tad que les lleva a hacer deporte juntos y tomar copas después del trabajo. Las mujeres de ambos, Terry y Edith, son íntimas. Con frecuencia las dos parejas quedan para cenar juntos después de acostar a sus hijos. Pero ambos matrimonios no son tan felices como parecen.

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En la adaptación de los textos de Dubus so­­bre el adulterio y la infidelidad, el guionista La­­­­rry Gross (Ejecución inminente) cambia el pun­to de vista del personaje central y prefiere mezclar la perspectiva de los cuatro personajes, elaborando una pieza de cámara llena de con­tra­pun­tos, por aquello de que “el problema en la vida es que cada cual tiene sus razones” (La re­gla del juego, Jean Re­noir). La buena es­truc­tu­ra del guión, la acertada música y la calidad interpretativa dan a la película ritmo e interés. En ocasiones acogota la insistencia y la cerra­zón de los con­flic­tos matrimoniales, que el director ha intentado paliar usando el formato sco­pe pa­ra abrir la historia y dar un aire de pai­­­­saje interior al clima enrarecido de culpa que domina la película. Laura Dern (Te­rry) confiere mucho vi­gor a un personaje ri­co en matices, la sometida esposa que quiere a su marido, algo histérica al ver que su matrimonio no acaba de funcionar (esto le lle­va a la dejadez y descuido de la casa) e ingenua ante la actitud real de él. Re­sulta ser el personaje ca­talizador fundamental, porque al querer solucionar su matrimonio da pie a que la his­to­ria avance.

Ya no somos dos, de John Cu­rran
Ya no somos dos, de John Cu­rran

En Ya no somos dos destaca el trato audiovisual de los con­­flictos interiores de los personajes y su evo­lu­ción. Especialmente en la manera de retratar el remordimiento. La música, usada só­lo de modo incidental, se funde con la imagen y ayu­da a plas­­­mar estos conflictos de un modo, en ocasiones, casi poético. Convertino aprovecha algunos fragmentos de música clásica para acom­­pañar acertadamente a una secuencia de imágenes sin voz, donde los efectos de la infidelidad se pintan en los rostros de los personajes.

A diferencia de películas de temática similar, donde los hijos parecen elementos meramente de­­­corativos, en ésta son fundamentales, dan pro­fundidad, aire y riqueza a la historia, in­fluyen en el cambio de actitudes y actúan co­mo pa­radoja del infantilismo caprichoso de los adultos. Cu­rran ofrece una película dura, en la que sobra el reiterado énfasis didáctico en la dimensión física del adulterio, pero que sabe abor­dar cuestiones de mucho calado encarnadas en las vidas de unos personajes que evolucionan y maduran. El final, abierto como la vi­da, se desmarca del tan de moda tremendismo pesimista.

Ficha Técnica

  • País: EE.UU. (We Don’t Live Here Anymore, 2004)
  • Fotografía: Maryse Alberti
  • Montaje: Alexandre de Franceschi
  • Música: Michael Convertino
  • Distribuidora: Vértigo
  • Estreno en España: 01.04.2005
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Reseña
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Profesora universitaria de Cine Español y Estética Musical. Directora del Grado Comunicación de la Universidad Villanueva (Madrid)