Juego de tronos: Épica sucia
Juego de tronos | La serie se resiente por las incoherencias de unos personajes que no son creíbles, o lo son sólo en el reino de la HBO, un reino cuyas leyes son inamovibles y universales
David Benioff y D. B. Weiss son los creadores y productores ejecutivos de Juego de tronos, la serie del canal de pago HBO que adapta la novela homónima del escritor estadounidense de 64 años George Raymond Richard Martin.
La segunda temporada bebe del segundo libro titulado Choque de reyes. La saga tiene 5 volúmenes y el plan del autor es llegar a los 7. En España hay traducciones de los 4 primeros y en breve aparecerá el quinto.
La serie arrancó en EE.UU. en abril de 2011, después de una campaña de promoción poderosa, a la que se ha sumado un gran número de comentarios en medios de comunicación y foros de internet especialmente dedicados al comentario de series. El piloto fue seguido por 2,2 millones de espectadores.
Rodada en Irlanda, Escocia, Malta y Marruecos durante 170 días, su presupuesto en la primera temporada rondó los 60 millones de dólares, según Lesley Goldberg en un artículo publicado en The Hollywood Reporter, en el que también se detalla que trabajaron 162 actores con diálogo y llegaron a reunirse 250 extras en un día de rodaje.
La segunda temporada ha venido a confirmar lo que escribimos en su momento: las tramas son pobres y el arco de transformación de personajes es poco imaginativo, por lo que la serie ha entrado en una especie de bucle parsimonioso. Ocurren cosas pero muy lentamente.
Juego de tronos tuvo en su primera temporada un lema publicitario que sabe a compendio: “Ganas o mueres”. La HBO la rotuló como una nueva serie épica en el cartel promocional, que presentaba al actor Sean Bean (Boromir en la película El Señor de los Anillos) sentado en un tosco e imponente Trono de Hierro hecho con armas soldadas.
En una época que se asemeja a la Inglaterra de la Guerra de las Dos Rosas librada por los York y los Lancaster en la segunda mitad del siglo XV, la acción tiene lugar en un continente llamado Poniente, también similar a las Islas Británicas.
Después de una larga guerra, Robert Baratheon ocupa el Trono de Hierro al que deben vasallaje los Siete Reinos. Baratheon ciñe la corona después de liderar una rebelión contra la dinastía Targaryen, que fue expulsada.
Un muro separa el mundo civilizado de las tierras salvajes, donde habitaban horribles criaturas, que llevan siglos sin dejarse ver. El muro es defendido por una guarnición de guerreros célibes, los Vigilantes de la Noche.
El Señor de Invernalia, uno de los Siete Reinos, es Eddard Stark, amigo del rey Robert Baratheon. La historia arranca cuando Stark recibe la visita del rey, que le da el más alto cargo del reino y se lo lleva con él a la Corte. Stark se pondrá en el ojo de un huracán de intrigas promovidas por las distintas familias que quieren hacerse con el poder.
Juego de tronos: Serie y novela
La serie es fiel a la novela, un relato hábil lleno de truculencias que va cambiando continuamente de escenario para seguir las peripecias de los protagonistas, todos inmersos en una red de traiciones, asesinatos, lujuria, vejaciones, corrupción, violencia irracional y ambición insaciable. Los primeros cuatro capítulos son ciertamente lentos y espesos porque hay que presentar a un montón de personajes, luego la cosa se acelera.
La comparación de Juego de tronos con El Señor de los Anillos, aunque frecuente, resulta peregrina, especialmente cuando algunos entusiastas blogueros se permiten menospreciar a Tolkien, un escritor al que nadie con cultura literaria niega su calidad estilística y por quien el propio Martin siente verdadera devoción. Esos menosprecios son frecuentes en bastantes blogs desbordantes de afirmaciones rotundas que parecen proceder de críticos de TV que creen que todos los que les han precedido eran simples y pacatos.
Por un lado, la prosa de Martin está a años luz de la de Tolkien. Su obra, de tan cinematográfica, parace más un guión que una saga de novelas. Las descripciones son infrecuentes y cuando las hay no se acercan nunca a la deslumbrante narrativa de Tolkien, que maneja un vocabulario riquísimo y que hace épica con materiales de primera calidad, logrando que la naturaleza tenga un protagonismo asombroso.
La tipología de personajes y los conflictos de la saga de Martin tienen un tono muy distinto al universo de Tolkien. Lo de las dos R, iniciales del segundo y tercer nombre de Martin, puede ser un guiño, cualquiera sabe, pero el parecido con Tolkien es sencillamente inexistente.
Martin escribe una historia que podríamos definir como épica sucia, recordando aquellos western que se apellidaron así, desde que aparecieron en los últimos años 60 del siglo XX. El mundo de ficción que inventa Martin y que la serie traslada a la pantalla de la TV o del ordenador se parece a la baja Edad Media por las armas, los vestidos y por algunos edificios. Ahí terminan las semejanzas.
Producción, casting, guión
El mundo de Juego de tronos es un pozo que se ha llenado con perversión, vileza y crueldad. La serie lo retrata con todo lujo de detalles, sin el mínimo interés por la sugerencia, la elipsis o los implícitos (en la novela está todo esto, pero hay menos empeño en detenerse en los pasajes más sórdidos). Una crudeza que en bastantes ocasiones es pornografía y sadismo gore avant la lettre. De llevarse al cine, su calificación en Estados Unidos no sería R sino NC-17.
En este sentido, aun tratándose de una ficción, por tanto de un mundo fantástico, es llamativo el modo de comportarse de casi todos los personajes nobles que protagonizan la historia, que tiene lugar en un mundo donde la religiosidad es prácticamente inexistente, meramente un elemento decorativo que no condiciona los comportamientos.
El incesto, las orgías, los asesinatos cometidos como quien bebe agua, los crímenes de los que no se libran los niños, las traiciones y deslealtades son moneda de cambio en un mundo siniestro donde la bondad sólo sirve para ser pisoteada (ese tipo de acción es la que suscita más comentarios fervorosos entre algunos comentaristas que se felicitan porque la HBO ha superado al “ñoño, reaccionario y católico” Tolkien y no aparta la cámara porque “nos trata como adultos” y los personajes dicen cosas terribles como si fueran lo corriente). En este sentido, tiene gracia que el autor de la novela declare que se identifica con un personaje, Tyrion, el menor de los Lannister, un enano lascivo y maniobrero.
Un comentarista escribía con humor negro que esperaba el siguiente capítulo de la serie porque había apostado si ganaban las decapitaciones, los incestos o la sodomía. Otro periodista después de la emisión del primer capítulo en España se preguntaba si una de las protagonistas llevaría algo de ropa en el segundo porque en el primero podría haber muerto de pulmonía.
Juego de tronos tiene una puesta en escena atractiva, el reparto es bueno y la factura ágil, con un uso generoso de secuencias al aire libre en localizaciones impactantes. Ciertamente la planificación cerrada evita secuencias que hubieran desbordado el presupuesto y el uso de la infografía digital permite secuencias que hubiesen resultado costosísimas. La trama está bien construida y tiene giros y finales de capítulos poderosos diseñados para querer ver el siguiente.
El texto es muy irregular. Hay secuencias bien escritas pero otras son ridículas porque no se puede pretender que unos nobles (bueno, ya saben, de nobles no tienen nada) digan cosas como éstas y un espectador inteligente no suelte una carcajada. Tres ejemplos servirán:
• Daenerys Targaryen (la mujer que está a punto de morir de una pulmonía en el capítulo primero) le reprocha a su hermano Viserys que la haya casado con Khal Drogo, un salvaje al frente de un pueblo de jinetes nómadas, a cambio de recuperar el Trono de Hierro:
– Has sido capaz de entregarme sexualmente a Khal Drogo a cambio de volver a nuestro reino con sus 40.000 hombres.
– Hermanita, con tal de volver a nuestro reino con los 40.000 hombres, dejaría que lo hiciera contigo Khal Drogo, los 40.000 hombres y sus 40.000 caballos también, si fuera necesario.
• El rey viaja a Invernalia para nombrar Mano del Rey (su consejero más importante) a Eddard Stark:
– Es un honor, majestad.
– No pretendo honraros, Eddard Stark. Pretendo que dirijáis mi reino mientras yo me dedico a comer, a beber y a ir con rameras, mientras me precipito a una muerte rápida y prematura.
• Jon Snow, hijo bastardo de Lord Eddard Stark, acude a despedirse de Bran, su pequeño hermanastro, en coma, al que vela su madre. Jon es, con su padre Eddard, de los pocos personajes normales de la historia. Todos sus hermanos lo quieren.
– No ha sido culpa tuya -dijo Jon tras unos instantes de silencio tenso sin saber qué decir.
– No te he pedido tu absolución, bastardo. –Lady Stark clavó la mirada en él, estaba llena de odio.
Jon bajó la vista. La mujer sostenía una de las manos de Bran. Él tomó la otra y la apretó. Los dedos eran como huesos de pajarillo.
– Adiós -dijo.
– Jon -lo llamó Lady Stark cuando ya estaba en la puerta.
El chico no se habría detenido, pero era la primera vez que se dirigía a él por su nombre. Se dio la vuelta, y vio que lo miraba directamente a la cara, como si lo viera por primera vez.
– ¿Sí?
– Ojalá te hubiera pasado a ti -le dijo.
Luego se volvió de nuevo hacia Bran y se echó a llorar, con unos sollozos que le estremecían todo el cuerpo. Jon nunca la había visto llorar. El descenso hasta el patio se le hizo muy largo.
Eso, a nivel de diálogos. Los hechos, la manera de actuar de los personajes, son con frecuencia aún más grotescos. Valgan cuatro botones de muestra:
• Un caballero participa en una justa, es derribado por su oponente, homosexual para más señas. El derrotado, un hombre inmenso, se levanta y delante de toda la corte decapita a su caballo de un par de tajos e intenta matar al caballero que le ha derrotado.
• Una reina y su hermano gemelo, jefe de la Guardia de su cuñado, tienen una relación incestuosa. Les sorprende, casualmente, el hijo de 8 años de otro rey en cuyo castillo se alojan; sencillamente lo tiran al vacío por una ventana.
• Una reina embarazada se come crudo el corazón de un caballo para demostrar que se ha integrado en la tribu de su marido.
• Una reina visita a su hermana, cuyo marido fue asesinado. La hermana, señora de un castillo inexpugnable, la recibe sentada en el trono. A su lado, su hijo de 11 años… al que está amamantando.
La serie Juego de tronos se resiente por las incoherencias de unos personajes que no son creíbles, o lo son sólo en el reino de la HBO, un reino cuyas leyes son inamovibles y universales: vayas donde vayas todo es igual, en el Oeste americano (Deadwood), en la Roma de Julio César (Roma), en la mafia de New Jersey (Los Soprano), en la desolada Nueva Orleans post Katrina (Treme), en un Baltimore comido por las drogas (The Wire), etc.
Más allá de una pueril retórica mitómana, pienso que un espectador habituado a series de buena calidad se puede sentir agredido por la frecuencia de largas secuencias de sexo explicto, violencia repulsiva y diálogos soeces que son una burda provocación. En la segunda temporada, se han reducido pero siguen existiendo.
Los entusiasmos con las brutales series de la HBO parecen residir en internet, y proceden de los autores y de los usuarios de blogs sobre series. En los premios más prestigiosos de la TV norteamericana la primera temporada pasó casi desapercibida: tan sólo un Emmy y el Globo de Oro al actor secundario para Peter Dinklage y un Emmy al diseño de los títulos de crédito. Habrá que ver qué ocurre con la segunda.
Ficha Técnica
- Creador: D.B. Weiss, David Benioff,
- Guion: David Benioff, Vanessa Taylor, D.B. Weiss, Bryan Cogman, Jane Espenson, George R.R. Martin, Gursimran Sandhu, Dave Hill, Ethan J. Antonucci,
- Intérpretes: Sean Bean, Charles Dance, Peter Dinklage, Michelle Fairley, Emilia Clarke, Kit Harington,
- País: EE.UU., 2011
- Música: Ramin Djawadi
- Producción: HBO
- Duración: 4 temporadas (10 capítulos de 60 minutos por temporada)
- Emisión en España: Canal + (desde mayo de 2011)
- Público adecuado: +18 años (V+X+D+)