La costa de los mosquitos

La costa de los mosquitos: Replanteando el asunto

Adaptar de nuevo La costa de los mosquitos (o mejor, Costa Mosquito) es tarea que viene precedida por una fama, más bien prestada e inercial. Paul Theroux, conocido sobre todo por su literatura de viajes, escribió primero el relato original, publicado en 1981. Apenas un lustro después, su historia llegó a un público más amplio, merced al ambicioso largometraje homónimo, tan repleto de posibilidades desaprovechadas y nombres renombrados: Peter Weir fue su director, Paul Schrader el guionista; Harrison Ford, Helen Mirren y River Phoenix encarnaron los personajes principales…

Apple TV produce y estrena pues esa nueva versión, seriada en una primera temporada que llegará a las pantallas durante el cuadragésimo aniversario de la aparición de la novela de Theroux.

Son potentes ese impulso de lo conocido y la apuesta por lo novedoso; máxime cuando entre los productores ejecutivos figuran el propio escritor y su sobrino Justin Theroux, intérprete además del personaje principal, el idealista inventor Allie Fox.

Nadie espere, sin embargo, una mixtura que sincretice la novela y el filme de Peter Weir. Cierto es que conserva elementos argumentales básicos: una familia protagonista, aquí reducida a los padres y a sendos hijos adolescentes de ambos sexos, que sustituyen a los cuatro originales; asimismo, el aliento utópico y aventurero de Allie Fox, el crítico discurso de fondo contra la estructural mentalidad utilitarista norteamericana o el periplo por la Centroamérica hispana. No es poco, pero poco más; al menos, para empezar. Desde luego, se echa en falta la íntima y expansiva voz narrativa del hijo que mira a su padre, de un padre observado por su hijo.

La serie pretende ‘actualizar’ la historia, abordando cuestiones hoy más candentes: la omnipresencia de la tecnología en la vida cotidiana y los cárteles del narcotráfico, el control cibernético, la emigración clandestina, la importancia de los personajes femeninos (culminada con un par de ‘correctos’ directos de derecha que Margot, la esposa interpretada por Melissa George, regala al esposo…), etc. Todo ello, encajado en el principal motor narrativo: los enigmas sobre los respectivos pasados de Allie y Margot Fox o los verdaderos motivos de sus acciones y decisiones, desconocidos por los hijos y el espectador.

Esta primera temporada remite mucho a un habitual más-de-lo-mismo, habida cuenta los convencionales tics, tópicos y anzuelos en que se pretende basar la supuesta eficacia del relato: carrusel de personajes, intriga, suspense, apuros, giros inesperados, situaciones límite… Mucha peripecia, pues, en riesgo de quedar, eso, en la periferia, si los guionistas perdieran las riendas de la narración.

No obstante, hay un detalle que tal vez parezca nimio e inconexo respecto del relato, pero que late significativo en sentidos diversos. Secuencias que en distintos momentos transcurren en la habitación de Dina (la hija) durante los primeros capítulos, incluyen tres planos detalle de otras tantas mujeres de fuerte personalidad e importancia histórica: Boudica, quien durante el siglo I acaudilló una rebelión de britanos icenos contra el Imperio Romano; la cantante y escritora Patti Smith y Sally Reid, primera astronauta norteamericana.

Un trazo de tal resalte ayuda a perfilar la independencia de Dina, enfatizando de paso la polifacética fortaleza de los principales personajes femeninos. Pero también abre la posibilidad de que el fleco vaya siendo atado al compás de la narración y de las acciones y palabras de la chica como alter ego del hijo literario y fílmico, quizás adentrando la serie en aguas más profundas. Veremos a ver, valga la redundancia…