Mad Men: Whisky, tabaco y lágrimas
Una búsqueda en Google de las palabras Mad Men resulta bastante significativa. A pesar de ser una serie de culto -minoritaria comparada con la audiencia y la promoción de series como Prison Break, Perdidos o The Pacific-, Mad Men tiene 90 millones de resultados (el doble o el triple de las series anteriormente citadas). No es una mera anécdota, Mad Men es una de esas series que favorecen la reflexión, de ésas que se puede estar horas hablando de ella.
Aún así, es un producto lleno de contradicciones que reflejan la esclavitud de las cadenas de televisión ante las audiencias. Con 3 Globos de Oro y 9 Emmy, su creador Matthew Weiner (escritor de la quinta y sexta temporada de Los Soprano), ha tenido unas durísimas negociaciones para acabar confirmando que la serie tendrá dos temporadas más de las que ya han sido emitidas en Estados Unidos (o sea, llegará a la 6ª temporada). Al parecer los productores le pedían la ampliación de product placement y la reducción de costes a partir de la eliminación de algunos personajes principales. Finalmente Weiner ha conseguido mantener completa la plantilla de Mad Men, afirmando que han sido meses durísimos de tensión en los que incluso se vislumbraba la posibilidad de no dar por terminada la serie.
Mad Men recrea la vida de los «hombres locos de Madison Avenue» (juego de palabras del título de la serie) en los años 60. El idealismo de Kennedy, la muerte de Marilyn, las guerras de Corea y Vietnam, Martin Luther King, la revolución sexual, el feminismo… Telón de fondo para mostrar de una manera cruel y certera el forro del sueño americano, poniendo el foco en la vida de una poderosa agencia de publicidad.
Como el buen vino o el tabaco de calidad, la serie necesita ser degustada con pausa. No hay persecuciones, ni grandes explosiones, ni siquiera finales en el momento de mayor suspense. Todo lo contrario, cada capítulo finaliza con una canción de época en off y un personaje en silencio sentado en una escalera, mirando por la ventana o despierto en la madrugada intentando dar algo de significado a su acelerada, estresante y superficial vida.
Visualmente la serie es intachable, con un uso del color que favorece los tonos llamativos de los vestidos de ellas y la elegancia enchaquetada de ellos, los muebles y espacios vacíos de sus grandes despachos… La cámara se mueve lentamente y permanece fija intentando desaparecer para que el espectador entre de lleno en la historia, en los despachos, en las casas. El trabajo fotográfico de Chris Manley es sobresaliente, como el diseño de producción (decorados, vestuario, peluquería) y el montaje.
No es casualidad que en la serie se citen incontables referencias cinematográficas del cine clásico (El apartamento, Casablanca, La barrera invisible, Bette Davis, John Wayne, Audrey Hepburn). De hecho, AMC era una cadena minoritaria dedicada al cine clásico hasta que decidió apostar por Mad Men, una decisión que la ha convertido en la principal competidora de la HBO, que por cierto no quiso comprar los derechos de la serie cuando Weiner llamó a su puerta. Con series como The Walking Dead, The Killing o Breaking Bad, AMC pisa fuerte.
El apartamento como inspiración
Dice Matthew Weiner: «Cuando vi El apartamento de Billy Wilder, me di cuenta que esa época y su pensamiento me hablaban directamente. Una América que se jacta del éxito y que sin embargo era muy insegura en su esencia. Los hombres parecían recién salidos de una jaula, muchos habiendo sobrevivido la guerra, y las mujeres se debatían entre lo que se esperaba de ellas o seguir su propio camino. Tras la experiencia única de leer El sexo y la mujer soltera, de Helen Gurley Brown, y La mística femenina, de Betty Friedan, en la misma semana, me di cuenta de que los hombres de verdad tenían todo el poder, y las mujeres estaban imaginando qué hacer con esa información».
Los títulos de crédito de la serie resumen este interés por el cine clásico que profundiza en la existencia del hombre contemporáneo de una manera metafórica. El diseño en dibujos animados recuerda a los míticos créditos del maestro Saul Bass (Anatomía de un asesinato, Vértigo, West Side Story). Un ser anónimo (apenas una silueta negra) llega a su imponente despacho, deja su maletín en el suelo y todo se desvanece. Se caen los cuadros, el suelo y el protagonista va cayendo edificio abajo mientras ve las marquesinas publicitarias que decoran la Avenida Madison. Cuando parece que va a terminar la caída, la imagen se funde con un plano que veremos con frecuencia en la serie: la silueta de espaldas del protagonista sentado en un sillón, relajado, con la mano extendida sujetando una copa o un cigarrillo mirando al frente. Uno de esos momentos de reflexión en el que el personaje se pregunta hacia dónde va una vida que permanece en un constante equilibrio desequilibrado.
En estos títulos de crédito se perciben claras referencias al cine de Hitchcock (recuerden la presentación de Cary Grant en Encadenados, de espaldas y fumando, los imponentes edificios modernos de Con la muerte en los talones, el sentido metafórico de la caída en Vértigo o Recuerda).
Otro elemento fundamental de la serie es el alcohol y el tabaco. En Mad Men todo el mundo bebe y fuma como Bogart y Bacall en las películas del cine negro; mucho más, tanto que uno se pregunta cuántos de los protagonistas morirán de cirrosis o de cáncer de pulmón a partir de la quinta temporada… Es una manera de mostrar el vacío de unas vidas que necesitan alcohol en el alma y una burbuja de humo que les proteja de un mundo caníbal en el que lo único que importa es el éxito y el placer instantáneo.
En este sentido, el protagonista de la serie, Don Draper (magníficamente interpretado por Jon Hamm, un actor de 40 años y 1’84 m. de estatura, nacido y formado en St. Louis), es un personaje cuya sonrisa y aspecto inmaculado esconden un mundo lleno de dudas y demonios.
Todos quieren ser como Don: un líder creativo, rico, casado con un clon de Grace Kelly (interpretada por la actriz January Jones), con una casa perfecta con jardín, tres niños felices… Sin embargo, tanto en la vida de Don como en la del resto de los hombres y mujeres de Madison la realidad es peor que el retrato de Dorian Gray. Esclavos de sus clientes, maniatados por su propia lujuria y creciente ambición, cada uno de los personajes queda brillantemente definido con múltiples matices, heredados no sólo del cine clásico, sino también de la mejor narrativa norteamericana que va de Steinbeck a Chandler, pasando por Faulkner y Dos Passos hasta llegar a Raymond Carver.
Peggy Olson, el personaje contrapeso de Draper -interpretado con gran solvencia por Elizabeth Moss, una actriz que recuerda a Jodie Foster– es un magnífico ejemplo de la calidad de escritura del guión, de su forma de hacer evolucionar a un reparto muy completo, que es fruto de un casting espectacular.
La recurrencia en las tramas sexuales se hace tediosa, y no deja de martillear una idea: la animalización que provoca la trivialización de las relaciones íntimas que dejan de ser personales para convertirse en ocasión de rutinarias y amargas decepciones.
Aún así la serie está muy medida y equilibrada para que el espectador inteligente pueda moverse libremente. Sin ser una crítica despiadada a las principales realidades sociológicas como el ascenso del feminismo, la llegada del divorcio y el aborto, la aparición de la clase media, etc., tampoco es una defensa a ultranza del american way of life.
Estas virtudes quedan subrayadas por unas interpretaciones complejísimas, ya que los personajes se pasan la mayor parte del tiempo fingiendo. Pero cuando estalla lo que llevan dentro, cambian totalmente de registro interpretativo. Sucede como en el mejor cine oriental en el que después de haber definido la superficie de las cosas, un personaje no puede contener el turbulento mundo interior que lleva silenciando demasiado tiempo.
Son esos momentos los que hacen que la serie tenga un recorrido muy largo, una humanidad que hace atractivos a los personajes en su profunda vulnerabilidad, en su desesperado aunque inútil anhelo de felicidad.
Ficha Técnica
- Creador: Matthew Weiner,
- Guion: Robin Veith, Matthew Weiner, Semi Chellas, Maria Jacquemetton, Erin Levy, Carly Wray, Jonathan Igla, Kater Gordon, André Jacquemetton, Lisa Albert, Dahvi Waller, Bridget Bedard, Tom Palmer,
- Intérpretes: January Jones, Jon Hamm, Elisabeth Moss, Christina Hendricks, Vincent Kartheiser, Bryan Balt, Michael Gladis,
- País: EE.UU., 2007
- Música: David Carbonara
- Duración: 4 temporadas de 13 capítulos de 47 minutos
- Productora: Lionsgate Television
- Estreno en EE.UU.: 19.7.2007 en AMC
- Emisión en España: Cuatro y Canal+
- Calificación: Mayores de 18 años (sexo, lenguaje soez)