Mrs. America

Mrs America: Con la pancarta como bandera

Mrs America | En plena década de los 70 del siglo pasado, uno de los de­bates ideológicos más incandescentes fue el motivado por la Enmienda de Igualdad de Derechos (ERA), y su imprevisible oposición de un movimiento liderado por Phy­llis Schlafly. Esta mujer era madre de familia nume­ro­sa y esposa de un abogado de prestigio, y tenía el con­vencimiento de que esa ley acabaría por atacar el mo­do de vida de las amas de casa, además de insuflar de ideología comunista la política del país. Su enfrentamiento con la segunda ola del feminismo duró más de una década.

Dahvi Waller, creador de la serie, es uno de los guionistas de la prestigiosa Mad Men. En Mrs. America ha lo­grado una producción sencillamente perfecta desde la es­tupenda intro a cada uno de los múltiples detalles en ma­quillaje, vestuario y decoración, que definen cada per­sonaje nada más aparecer en pantalla.

El reparto está a la altura con algunas de las mejores ac­trices del cine y la televisión actuales: Cate Blan­chett (Blue Jasmine), Margo Martindale (Justified), Rose Byr­ne (Adam) o Sarah Paulson (American Crime Story: El pueblo contra O.J. Simpson).

En los diálogos hay vitalidad, ingenio y humor para ha­cer interesante cada personaje en cada escena. El debate de ideas tiene una ironía y un equilibrio de poderes en­tre las dos facciones enfrentadas que funciona espléndidamente en los primeros capítulos. Sorprende que el tratamiento sea tan respetuoso en esos episodios. Sin em­bargo, conforme la serie avanza se incrementan los tra­zos gruesos en el sector conservador, a la vez que el ban­do contrario adquiere un grado de heroísmo idealista y moderno intocable.

La espléndida selección musical y el trabajo excelente de los actores y el equipo técnico no consigue maquillar un mitin en el que el espectador solo puede aplaudir o cam­biar de serie. Con ese reparto y esa producción se po­día haber llegado muy lejos a la hora de retratar los orí­genes de la situación del feminismo actual, pero los crea­dores han preferido no molestarse en documentarse so­bre lo que sucedió realmente. Lo dicen ellos mismos en varias entrevistas con mucha claridad. Lo dicho, una gran oportunidad perdida.