Reacher

Reacher: La Unidad 110

En 1997 un tal James Dover Grant, empleado de Granada Television, publicó -bajo el seudónimo de Lee Child– Killing Fields (Zona peligrosa), un thriller brutal que componía a un personaje interesante. La novela tuvo éxito. Child dejó Inglaterra y se instaló en Estados Unidos. Desde entonces han aparecido otros 27 títulos contando aventuras de Jack Reacher. En 2010 un colega me comentó, «no entiendo cómo no están ya en el cine: una historia sencilla con intriga y mucha acción, y todas se resuelven en poco tiempo, son guiones perfectos».

En 2012 Tom Cruise protagonizó Jack Reacher. Éxito mediano que repitió en 2016 con Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás. Las dos cintas tenían el mismo problema, el protagonista no cuadraba con el personaje: Reacher es, casi siempre, mucho más joven que Cruise (por ello la segunda película funcionó mejor que la primera). Además, y eso los conocedores de alguno de sus libros no lo perdonan, Reacher es un armario: un ex policía militar de casi dos metros. Es un vagabundo solitario que, a su paso por cualquier localidad de Estados Unidos, encuentra problemas, y los resuelve al modo de un policía militar, dejando a su paso un reguero de cadáveres. En ese sentido tiene mucho de John Wayne: llegada a un pueblecito sometido por un cruel ganadero y su banda, enfrentamiento rápido a tiros. Ningún remordimiento, era lo que había que hacer.

Nick Santora (Prison Break, Scorpio) ha desarrollado al personaje para la televisión. Han encontrado a un actor bastante aceptable para la criatura de Lee Child: Alan Ritchson. Tal vez demasiado mazacote, tal vez sin parecer tan inteligente como el detective que encarna. Pero acaba por convencer de que es Reacher, y no tiene par a la hora de dar bofetadas; «no pego flojo», dice a uno de sus compañeros que le reprocha que no hay manera de interrogar al pobre tipo que se le ha enfrentado. Por lo demás, Santora adapta con bastante fidelidad las novelas, y los pocos añadidos suyos son acertados, y plenamente televisivos.

La primera temporada presentaba al personaje con una versión de Zona peligrosa. Las explosiones de violencia son brutales, hay tres capítulos con alguna nota erótica, y le sobran minutos, tal vez por el compromiso de desarrollar la historia en ocho episodios. La segunda temporada, del mismo formato, afina mejor el contenido. En primer lugar el personaje, igual de bruto, no se hace desagradable en ningún momento, cosa que ocurría en la primera temporada, especialmente entre quienes no habían leído las novelas. Alan Ritchson entra mejor en el papel. Además, en esta historia aparece su vieja unidad, el equipo de investigadores que él formó, y ayudan a  perfilar el personaje: un solitario, que empatiza poco pero es tremendamente leal a aquellos con quien lo hace, y posee un agudo sentido de la justicia, del bien y del mal. Un detective fenomenal, músculo y materia gris. A esta temporada no le sobran minutos.

Esta segunda temporada de Reacher adapta la undécima novela de la serie, titulada Mala suerte en español. Cuenta la historia de la Unidad 110, que formó Reacher, y su disolución. Todos dejaron el ejército. Reacher recibe un mensaje de Frances Neagley, antiguo miembro de su equipo, le informa de que Calvin Franz, otro de la 110, ha sido asesinado tras sufrir torturas. Reacher y Neagley -y aquellos de la unidad que pueden- descubren un complot que tiene que ver con la política, la industria, el terrorismo internacional y la corrupción policial. Además de resolver dicho complot harto complejo utilizando sus cerebros, se enfrentarán en diversas ocasiones a bandas enviadas a exterminarlos.

Por razones evidentes, del reparto inicial sólo queda el protagonista. Santora, sin embargo, consigue reintroducir a Malcolm Goodwin (el sheriff Finlay) en un episodio y es muy bienvenido. Los miembros de la Unidad 110, en particular Maria Sten (Frances Neagley), Serinda Swan y Shaun Sipos, son excelentes; Domenick Lombardozzi, en el papel de policía ambiguo, es un compañero excelente.

La narración utiliza frecuentes flash-backs para situar a cada uno de los miembros del equipo y mostrar cómo funcionaba esa unidad. Es un canto a la amistad y solidaridad en tiempos difíciles, aunque la manera de administrar justicia sea de hace más de un siglo.