Ripley

El guionista y director Steven Zaillian quita glamur a la obra de Patricia Highsmith logrando hacerla aún más perturbadora

Ripley (2024)

Ripley: El talento de Mr. Zaillian

Ripley es una serie contradictoria. Es de una gran belleza formal a pesar de la fealdad de los hechos que describe. Es de una luminosidad resplandeciente en muchos de sus pasajes, y de una negrura cavernosa en otras; y esa oscuridad y esa luz están en un continuo conflicto como en un cuadro de Caravaggio.

Steven Zaillian hace una particular lectura del primero de los libros dedicados a Ripley mostrándonos el retorcido y turbio universo de Patricia Highsmith, que es atractivo y seductor pero a la vez nos repele y asusta. La obra de esta escritora texana siempre está rodeada de una ambigüedad moral que bordea los límites del bien y del mal y se instala en la frontera entre la cordura y la locura, como se ve en novelas como El diario de Edith o El grito de la lechuza.

Highsmith fue una autora que tuvo que lidiar con sus propios demonios. Alcohólica y misántropa, en sus libros hay crueldad, humor perverso y un acercamiento cerebral y analítico de las bajas pasiones y los comportamientos psicológicos extremos. Este gusto temático quizás se deba entre otras cosas a sus lecturas a la temprana edad de ocho años de los ensayos del psiquiatra Karl Menninger, que le provocó un interés desmedido por las anomalías mentales; y también debió afectarle en su equilibrio personal y en su visión de la vida el descubrir que su madre la había intentado abortar bebiendo aguarrás.

Steven Zaillian es uno de los grandes guionistas de Hollywood de los últimos treinta años. Está en una primera línea con tipos como Aaron Sorkin, David Koepp o Frank Darabont. Se ha ganado un lugar en la cima con guiones como La lista de Schindler (1993), Gangs of New York (2002) o Moneyball (2011), escrito este último mano a mano con Sorkin. A pesar de su indudable calidad, en alguna de las películas que escribe y dirige se advierten algunos problemas de estructura, con cierta tendencia al final anticlimático como en Acción civil (1998) o En busca de Bobby Fisher (1993), que aguan un poco el disfrute completo. Y es que quizás el Steven Zaillian director no le tenía aún bien cogida la medida al Steven Zaillian guionista. Pero no es el caso de Ripley, donde la dirección está a la altura y supera incluso al guion.

El protagonista de la serie es por supuesto Tom Ripley, un defraudador sin mucho fuste que sobrevive a duras penas en el Nueva York de principios de los sesenta, y que ve una oportunidad de prosperar cuando un empresario le encarga ir a Europa a buscar a su hijo, Dickie Greenleaf, y traerlo de vuelta a casa. Cuando Tom llega a Italia enseguida se verá atraído por la vida acomodada del rico heredero y su novia Marge.

Ripley es un tipo amoral que se ve fascinado por la vida de los otros. Un suplantador que trata de escalar socialmente. Es pues un individuo del que es aconsejable distanciarse. Lo que conseguía la obra de Highsmith con su ambigüedad es que a pesar del aborrecimiento que nos provoca, no quisiéramos que lo atraparan. Este deseo era más fácil de prender en el espectador en las anteriores versiones cuando Ripley era un atractivo Alain Delon en A pleno sol (1960), de René Clément, o el simpático y aparentemente ingenuo Matt Damon de El talento de Mr. Ripley (1999), de Anthony Minghella. Pero lo difícil es conseguirlo con Andrew Scott, cuyo atractivo físico no es la mayor de sus virtudes, que encarna a un Ripley menos glamuroso y más psicópata. Un ser brillante para el mal, dueño de una sonrisa vacua y una mirada esquiva, sin entrañas ni sentimientos, con cero capacidad para la empatía, de presencia incómoda, siempre parece querer estar en otro lugar que en el que se encuentra. Un vampiro psíquico que se alimenta de la energía ajena. No esperen ver al Ripley de Scott cantando aquello de Tu vuò fá l’americano.

La serie se toma su tiempo en desplegarse. Su ritmo es pausado pero constante. Su narrativa es límpida, no haciendo elipsis donde muchos las harían. La repetición de hechos parecidos una y otra vez en la serie, crea un estilo. Zaillian saca punta a los detalles, dando gran importancia a los objetos: los cuadros, el cenicero, la bañera, la nevera, el anillo… que van definiendo un universo donde todo puede ser deseado y usado por Ripley para su propio beneficio. El diseño de producción hace media serie, mostrando una Italia tan bella como fría. Los grandes palacios y hoteles en los que se mueve tienen algo de decadente, de belleza a la vez eterna y mortecina, retratados en un blanco y negro hipnótico que ayuda a descubrir la textura de las piedras y los recovecos del alma de Ripley, cuyos actos van a ir cruzando todas las líneas sociales.

Ripley no es alguien calculador, sino que improvisa sus crímenes. A menudo, en los momentos en los que se siente acorralado, podemos escuchar los engranajes de su cerebro tirando de ingenio. Zaillian muestra los asesinatos en toda su extensión, alargando las situaciones en un ejercicio de prolongar el suspense de una manera hitchcockiana; pero no en la forma de por ejemplo la escena de la ducha de Psicosis (1960), rápida y sorprendente, sino más bien a la manera de Cortina rasgada (1966), aquella película de Paul Newman en la que Sir Alfred se empeñó en mostrarnos lo difícil que es matar.

Porque en esta serie matar no es nada fácil, pero sobre todo lo que es difícil es deshacerse del cadáver. Hay una suerte de juego del gato y el ratón, y la policía, en especial el agente interpretado por el actor italiano Maurizio Lombardi, es muy persistente. Muchos de los mejores momentos de la serie no están en la acción sino en los interrogatorios a los que se ve sometido Ripley continuamente tanto por las autoridades policiales, como por los recepcionistas de los hoteles, o los empleados de banca, o por la incrédula novia de Dickie, Marge -magnífica Dakota Fanning-. Y mucho del disfrute de la serie es ver cómo Ripley logrará escabullirse de tanta pregunta incómoda que le acorrala.

Ficha Técnica

  • País: EE.UU., 2024
  • Dirección: Steven Zaillian
  • Fotografía: Robert Elswit
  • Montaje: Joshua Raymond Lee, David O. Rogers
  • Música: Jeff Russo
  • Diseño de producción: David Gropman
  • Vestuario: Giovanni Cansalnuovo, Maurizio Millenotti
  • Duración: 1 temporada (8 capítulos de 60 minutos)
  • Emisión en España: Netflix
  • Público adecuado: +16 años (V)
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Reseña
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Escritor de relatos de terror y misterio, y guionista de cine y televisión. Admirador de Ford, Kurosawa, Spielberg y Hitchcock, no necesariamente en este orden
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