Sweet Tooth: El niño ciervo

Sweet Tooth: El niño ciervo | Para todos es para todos

Una distopía sobre el fin del mundo con un niño protagonista que tiene cuernos y orejas de ciervo. A partir de ahí, a ver quién se las arregla para explicar cómo Sweet Tooth: El niño ciervo funciona, y además para todos los públicos. Si además los creadores son un director primerizo (Beth Schwartz) y otro que tiene una filmografía insalvable (Jim Mickle: Somos lo que somos, Stake Land, El lado siniestro de la luna), las probabilidades de que el viaje no mereciese la pena se multiplicaban.

Es verdad que no todo en la serie es tan mágico como podría. Los primeros capítulos tienen mucha hojarasca, y cuesta conectar con la historia y los personajes. Pero una vez que todo se ha puesto en marcha en los dos primeros capítulos, Sweet Tooth: El niño ciervo tiene aventura y recorrido dramático, muy bien acompañada por un reparto encantador de secundarios verosímiles.

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El protagonista, Christian Convery, es canadiense y tiene 11 años, pero ya ha aparecido en series como Sobrenatural, Legión o Pup Academy. Él es el alma de una historia con inocencia y optimismo, pero en ningún momento gris o azucarada. Los saltos de tiempo en el relato están bien utilizados para atrapar la atención del espectador, y el tono de la serie recuerda a las fantasías más memorables de Steven Spielberg.

La calidad en el diseño de producción, las localizaciones y la fotografía se combinan a la perfección con una selección musical muy acertada que hace que la serie alcance algunos clímax muy logrados.

Todo apunta a que Sweet Tooth: El niño ciervo tendrá segunda temporada, aunque Netflix en esta ocasión no ha confirmado nada. Por ahora, la crítica especializada no ha tenido dudas: es una ficción notable que merece desarrollo.