Those About to Die

Those About to Die: Roma canalla

Those About to Die | La serie que nos ocupa se ha rodado en Cinecittà y recrea la Roma del emperador Vespasiano, en el siglo I después de Cristo. Se está terminando el anfiteatro Flavio (hoy lo llamamos el Coliseo pero en esa época había cinco en Roma, uno de ellos muchísimo más grande, el Circo Máximo).

Los enredos políticos de la clase dirigente incluyen el pan y circo para mantener el control de un imperio cimentado sobre los esclavos, en buena medida procedentes de las tierras conquistadas que han opuesto resistencia.

Son pocos los romanos que trabajan, porque los esclavos no cobran. Subsidiados por el Estado que cobra impuestos a los pudientes, el pueblo romano no tiene gran cosa que hacer y los espectáculos del circo, con carreras, apuestas, combates, fieras y ríos de sangre y muerte, les apasionan y embrutecen.

El guion de Robert Rodat es malo de solemnidad. Se intuye una historia interesante que convierte en un cuentecito canalla y torpe con diálogos bobos y personajes esdrújulos. Los nubios, béticos, dálmatas construyen tramas sórdidas donde no hay un atisbo de bondad. Los romanos son los peores.

El siempre aparatoso Roland Emmerich dirige varios capítulos con una llamativa falta de personalidad en las secuencias de acción y un recurso ridículo -por reiterado y gratuito, zafio y aburrido- a escenas de sexo y de violencia brutal en la línea canalla y puerca de Juego de Tronos: parece como si para llegar al metraje desmedido de cada capítulo (una hora) tuvieran que recurrir al despliegue charcutero.

Rodat, como ya lo hicieron los guionistas de Gladiator, bebe del libro que Daniel Mannix publicó en 1958 contando el día a día de los gladiadores y los restantes protagonistas de los espectáculos que tuvieron lugar durante siglos en los circos romanos. La acción comienza en el año 79 d.C., cuando el emperador Vespasiano está próximo a morir. Sus hijos son Tito y Domiciano, que le sucederán para completar los años de poder de la gens Flavia (69-96 d.C.).

Lo que ocurría en la arena del Coliseo y en sus entrañas fue atroz, no tenemos ninguna duda. Como tampoco de la depravación de la sociedad romana. Representarlo, sin más, deleitándose en la miseria, no tiene ningún interés, al menos para el que escribe, que aprendió a leer y ha leído. Russell Crowe se negó varias veces a recitar los diálogos cochambrosos de Gladiator. A Hopkins -que aparece muy poco- le ha debido pasar algo parecido.

Acabo con una consideración: a estas alturas del audiovisual un crítico profesional sabe lo que se puede hacer con la tecnología denominada Stagecraft, el sistema de paneles LED que sincroniza la cámara con una retroproyección que permite rodar exteriores en interior (en estudio) con un resultado bastante bueno. Se usa en bastantes películas y se hizo célebre tras emplearse en el rodaje de The Mandalorian y Juego de Tronos. En esta serie se usa con profusión.

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