The Grandmaster: La danza del guerrero

The Grandmaster | Kar-wai retoma las artes marciales en una recreación romántica de uno de los grandes maestros del kung fu

Ip Man (Tony Leung) es un maestro del kung fu que lleva una vida apacible en el Norte de China. Un día se le ofrece la posibilidad de liderar la escuela de artes marciales del Sur, dónde conocerá a Er (Zhang Ziyi), la hija de su antiguo maestro. Al enfrentamiento inicial entre Ip Man y Er se unirá el inicio del conflicto bélico entre China y Japón.

La verdadera historia de Ip Man, conocido entre otras cosas por ser el maestro de Bruce Lee, no es el tema principal de esta película. Como el mismo Kar-wai ha reconocido ya hay demasiados títulos centrados en esta figura (en concreto 4 películas y una serie de televisión producidas en China y Hong Kong en los últimos cinco años). The Grandmaster es una película monumental, fallida y en algunos momentos sencillamente extraordinaria sobre el arte del kung fu y el romanticismo de la épica oriental.

El principal problema que tiene es un guión desequilibrado y un montaje desconcertante, algo lógico en un director sensacional pero dubitativo. En esta película ha invertido cinco años, y los cambios de guión y montaje han pasado factura. Cuesta seguir el desarrollo deslavazado del argumento y los complejos diálogos declamados a toda la velocidad, mientras que es muy fácil enamorarse de la grandeza visual de algunas escenas y la espléndida interpretación de la pareja protagonista.

Hay que agradecer al director de Shangai que haya realizado una película totalmente diferente a su anterior acercamiento a las artes marciales: Ashes of times (dirigida en 1994 y remontada en 2008). Si en aquella película dominaba un estilo cercano al western y una utilización dramática de los paisajes áridos y acuáticos, en The Grandmaster opta por el rodaje en interiores, el plano corto en movimiento y la épica interior de los personajes que luchan contra sí mismos.

La habilidad de Kar-wai es inmensa al rodar los combates. La personalidad que consigue dar a esas coreografías impregnadas de vida y arte son espectaculares, más innovadoras y fascinantes de las que hemos podido ver en el cine reciente norteamericano de Tarantino (Kill Bill) y los hermanos Wachowski (Matrix), e incluso en las grandes aportaciones orientales de Zhang Yimou (Hero) o Ang Lee (Tigre y dragón). Esta vez Kar-wai no ha contado con su director de fotografía habitual, el maestro australiano Christopher Doyle, pero el trabajo de su sustituto, Philippe Le Sourd (Un buen año, Siete almas), es muy brillante en escenas como la lucha inicial a oscuras y bajo la lluvia.

Los 15 minutos que dura el primer encuentro entre Ip Man y Er son de una belleza plástica que recuerda a los grandes momentos de la filmografía de Kar-wai (In the mood for love, 2046). El intenso ritmo de estas escenas está marcado por un uso muy hábil de la música, que funde con acierto el Stabat Mater del italiano Stefano Lentini con la magnífica partitura melancólica de su compositor habitual de Shigeru Umebayashi.

En definitiva, una obra menor de un autor mayor. La gran ventaja que tienen los genios es que hasta en sus obras fallidas tienen destellos de genialidad.

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NOTAS RÁPIDAS de Alberto Fijo sobre la película

Matas la poesía, queda la prosa

Hace años me contó Wong Kar Wai que, con mucha frecuencia, hace trabajar a sus actores con música «puesta».

Las voces de Ziyi y Leung en esta secuencia bellísima son inolvidables.

Cuando doblas la película, simplemente destrozas el efecto, matas la poesía y queda la prosa.

La sutileza se esfuma: de «Señor Ip, a decir verdad, usted me importó mucho» a «Señor Ip, le diré la verdad, yo le quería» ….

Les pongo el mismo corte, en VOS y doblado.

VOS. «Señor Ip, a decir verdad, usted me importó mucho»

Doblada. «Señor Ip, le diré la verdad, yo le quería»

The Grandmaster, Kar Wai maior

Song Hye-kyo

Se estrena en España el 10 de enero. Y me pareció maravillosa. No entiendo yo eso de que es una película alejada de los grandes temas de Wong Kar Wai, de sus acercamientos poéticos a la realidad jugando con el tiempo, adelante, atrás, ralentizado, a fuego lento, al horno, a la plancha, frito …

Basta ver unas pocas imágenes y el trailer (que es un desastre, todo hay que decirlo) para percibir que la película es Kar Wai 100%.

En una sala oscura, el espectáculo es formidable cuando te metes en la historia. Ese botón de abrigo, la madera del escalón que se abre, las fotos para detener el tiempo que pasan del color al blanco y negro virando a sepia, los vestidos, los peinados, los vuelos de los tejidos, la nieve, la lluvia, los interiores, los exteriores, el gesto firme de Gong Er afrontando la venganza en la estación ahumada consciente de que la vida se le va como el tren que pasa … Kar Wai puro, Kar Wai maior.

Obviamente el kung fu (horizontal-vertical: qué bellísima metáfora para dejar claro que de lo que se trata es de hablar del amor, de la vida y del destino, del honor) está ahí, pero no es lo importante. O sí lo será para algunos espectadores, que eso es lo bonito del cine bueno.

Yo pasé dos horas estupendas, fascinado con la narrativa operística de un director (y su orquesta)que me interesa y me apasiona incluso cuando no me gusta la partitura que tiene por delante. Me pasó en My Blueberry Nights.

Lo de la china Zhang Ziyi (34 años, tan deslumbrante como en El camino a casa, hace 14 años ya) y la surcoreana Song Hye-kyo (32 años) y su ensamblaje asombroso con el gran Tony Leung (Hong Kong , 1962) es ballet clásico de alta escuela. Te dejan alelado.

 

Ficha Técnica

  • Fotografía: Phillipe Le Sourd
  • Montaje: William Chang
  • Música: Nathaniel Méchaly, Shigeru Umeyabashi
  • Duración: 130 m.
  • Distribuidora: Golem
  • Público adecuado: +16 años
  • Estreno en España: 10.1.2014

China, Hong Kong, EE.UU. (Yi dai zong shi), 2013.

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