Festival de San Sebastián 2014: Alberto Rodríguez sigue sin tocar techo. Con «La isla mínima» vuelve al cine de género. Una apuesta firme a la Concha de Oro.
¿Nuestro cine? Estupendo, gracias
El prólogo de La isla mínima es de esos que a uno le dan ganas de aplaudir antes de que empiece la historia. Los planos aéreos de las marismas son un portento de belleza simbólica. En realidad toda la película de Alberto Rodríguez (Grupo 7) es cine en estado puro, imagen y sonido en estado de gracia. Un cine de género que no es español, andaluz ni norteamericano. Los protagonistas investigan, entre desierto y lluvia, hasta dónde puede llegar el ser humano en modo naufragio.
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Lo de Rául Arévalo ya no sorprende a nadie, lleva años siendo lo mejor de las películas en las que aparece. Pero también Javier Gutiérrez, más habituado a secundarios histriónicos, aquí hace un personaje principal muy preciso.
Quizás sea la hora de premiar con una Concha de Oro el momento de gloria que vive el cine español más allá de la guerra de cifras y subvenciones. En esta edición de Festival en la que parece que el cine alienígena, vietnamita o albano-kosovar tiene menos cuota de pantalla de otros años, podría ganar el cine de género nacional capaz de competir en cualquier país del mundo. Ahora que en este verano aciago hemos perdido la gloria mundial que tuvimos en fútbol, baloncesto y tenis, sería justo un aplauso de corte universal dedicado a nuestro maltratado cine.
Ruth Rendell feliz en las garras de Ozon
EnUna nueva amiga, François Ozon sigue en su rutina de juguetear con perversión de personajes- títere. En este caso la historia nace de una novela de Ruth Rendell (la misma que escribió Carne trémula). Un hombre joven se queda viudo y eso le lleva a reavivar su gusto por el travestismo de puertas adentro. No intenten entenderlo porque tampoco Ozon tiene interés en dar ningún tipo de explicaciones. A él le gusta jugar al límite y las reglas las pone él, que para eso se ha «inventado» el epidérmico juego.
Con este argumento Achero Mañas rodó una de esas joyas olvidadas titulada Todo lo que tú quieras. Esa película tenía alma, poesía, filiación, ternura. Ozon tiene silicona y prótesis pectorales. Achero me sorprendió y me conmovió. Ozon sigue aburriéndome con sus previsibles trucos que probablemente hechizarán a Almodóvar y demás seguidores de Ruth Rendell.
Por cierto François el cartel de tu película está bien, pero me gusta más el de Tacones lejanos. A lo mejor te suena. Rojo y negro, como el tuyo. Es lo que más me ha gustado de tu película.
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