Ante el estreno de Asesinato en el Orient Express en cines, observamos que los trabajos de Agatha Christie, que han sido llevados al cine, son innumerables, aunque, en ocasiones, habría sido mejor dejarlos en el formato de novela o teatro.
¿Quién no ha contenido en algún momento la respiración ante el ingenio de nuestra insigne escritora, al finalizar la lectura de una de sus novelas o tras el visionado de una de sus películas?
Y es que Agatha Christie se ha convertido, sin duda alguna, en la reina del suspense. Quizás sea la pulcritud de detalles en cada uno de sus terribles asesinatos, que se muestran ante el lector con la naturalidad de cualquier acción cotidiana o el conocimiento de las técnicas utilizadas, más aún tratándose de envenenamiento, gracias a su formación como enfermera y su amplio estudio en la materia de toxicología.
Desde su infancia fue desarrollando el placer de inventar historias en las que un gran número de personajes entraban y salían, marcando un argumento que poco después se vería plasmado en papel, quizás de alguna manera para huir de la crisis en la que se sume la familia tras la muerte de su padre.
En su niñez, Mary Clarissa Miller, que así se llamaba aunque utilizase un pseudónimo para escribir como tantos otros, salió de su Inglaterra natal para instalarse en París, donde desarrolla diversos estudios. Pero es un viaje a Egipto el que dará rienda suelta a múltiples historias, decoradas con un ambiente misterioso y que crean un entorno adecuado para el desarrollo de un mundo ajeno a la realidad costumbrista del lector de la época. Y es por ello que nacen obras como Asesinato en Mesopotamia, Muerte en el Nilo y Cita con la muerte, más tarde llevadas al terreno teatral con gran aceptación por parte del público.
Pero la figura que toma protagonismo en este artículo es su tan querido detective Hércules Poirot, que desde su primera aparición en 1920 en El misterioso caso de Styles (aunque parezca sorprendente, rechazada por varias editoriales), acompaña a nuestra escritora en su buen quehacer literario, presentando a su personaje como un ex oficial de la policía belga que se había refugiado en Gran Bretaña después de la invasión alemana en Bélgica, conocido por sus «magníficos bigotes».
A esta novela siguen un sinfín de éxitos tales como El misterio de Sittaford, El testigo mudo, Diez negritos, Un cadáver en la biblioteca, Noche eterna… y tantas otras que han erigido a nuestra autora como una de las más prolíferas.
Además de las anteriormente citadas, se unen aquellas que escribió con una temática amorosa y con las que utilizaba el pseudónimo Mary Westmacott, por otro lado, una abundante producción de cuentos y además diversas obras de teatro como Diez negritos, Asesinato en el Nilo y Testigo de cargo, que marcan un claro tono atemporal.
En cuanto a sus principales detectives, protagonistas y voz de la propia Cristie, destacamos por encima del resto a Poirot, junto con el capitán Hastings, el inspector Japp, Felicity Lemon y Ariadne Oliver, y ayudado por sus «pequeñas células grises» protagoniza más de 30 novelas, relatos y adaptaciones cinematográficas. No debemos olvidar la astucia de otros como Miss Jane Marple -a quien la escritora da vida en 1928 con la obra Miss Marple y trece problemas-, Ariadne Oliver -fiel reflejo de su autora-, Parker Pyne y el matrimonio Tommy y Tuppence Beresford.
Por alusión, recordemos, que otros muchos detectives novelescos saltaron a la gran o pequeña pantalla de la mano de escritores como es el caso de Sherlock Holmes (Sir Arthur Conan Doyle) o Sam Spade (Dashiell Hammett), el protagonista de este clásico del cine negro dirigido por John Huston. Sin olvidar a Kurt Wallander, nacido del ingenio de Henning Mankell y a quien dio vida, entre otros, Kenneth Branagh (ahora piedra angular del remake que nos ocupa).
Los trabajos de Agatha Christie, que han sido llevados al mundo del celuloide, son innumerables, aunque, en ocasiones, habría sido mejor dejarlos en el formato de novela o teatro. Sí que podemos contar con proyectos de envergadura como la versión de 1945 de Diez negritos, siendo considerada por muchos como una pequeña obra maestra del cine de misterio.
Desde mi punto de vista no hay nada comparable a la versión de la obra teatral, cuyo centro es el juicio de un joven Tyrone Power, a quien acusan del homicidio de una mujer adinerada. Defendido por un soberbio Charles Laughton, enfermo de corazón y acompañado por su enfermera (su esposa en la vida real), que está constantemente reprimiendo sus impulsos y cuyo colofón lo pone una exultante Marlenne Dietrich, como su amante esposa, que duplica personajes a la perfección, buscando desorientar al letrado. Esta obra de arte se tituló Testigo de cargo, fue dirigida en 1957 por Billy Wilder y posteriormente nominada a seis Oscar de la Academia.
En 1976 se estrena Muerte en el Nilo y con ella la primera aparición de Peter Ustinov en el papel de Hércules Poirot, con un segundo papel protagonista en Muerte bajo el sol, largometraje rodado por Guy Hamilton en 1982.
Y ahora centrémonos en la obra que da origen a este artículo, Asesinato en el Orient Express (1934), novela que emana de nuestra escritora en un momento crítico de su vida, ya que se encontraba en alas de la recuperación de un divorcio marcado por la infidelidad y anhelante de aventuras en soledad (deja a su hija en un internado), y dónde mejor que en un largo recorrido por Europa en el prestigioso Orient Express.
El hecho de que una mujer viajase sola por Europa no era algo muy común en la sociedad de la época, susceptible a todo aquello que se alejaba de lo habitual. Gracias al atrevimiento de la dramaturga surge la oportunidad de conocer a Max Mallowan, arqueólogo y quince años menor que ella, convirtiéndose en su segundo esposo y con su consabido escándalo.
La primera versión cinematográfica data de 1974, dirigida por Sidney Lumet y con Albert Finney encarnando a un Poirot cansado y escéptico de llevar el caso, pero que una vez lo acepta pone toda «la carne en el asador».
El resto de personajes son mostrados de manera majestuosa por intérpretes de la talla de Sean Connery o Lauren Bacall, entre otros.
Será muy complicado superar el elenco de actores de la primera versión, ya que, aunque Kenneth Branagh tiene a sus espaldas grandes éxitos en adaptaciones literarias, en nuestra memoria siempre quedará la oscarizada Ingrid Bergman y su timidez en el papel de la misionera que derrochaba compasión, y no es fácil reto para Penélope Cruz, aunque le hayan cambiado el nombre y el lugar de procedencia a dicho personaje.
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