Crónica de nuestro enviado especial a la 72ª edición del Festival de Cannes, Fernando Hernández-Barral.

El 72 Festival de Cine de Cannes cuenta en este curso con el aliciente del concurso de maestros consagrados como Malick, Almodóvar o Jarmusch. Precisamente el nuevo filme de este autor ha sido la cinta inaugural del certamen. Su selección parece marcar la pauta de lo que vendrá; cine con marcado tono político y reivindicación social.

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La de Jarmusch es una cinta que sigue al pie de la letra el camino marcado por George Romero y su mítica Noche de los muertos vivientes: utilizar un género considerado menor para hacer un cine mayor. Se trata de satirizar la sociedad americana a través de un relato ligero -pueblo invadido por zombis, relato apocalíptico- que parodia el género desde una perspectiva netamente Jarmusch.

No hay chistes físicos y sí mucha socarronería; domina el post humor y el minimalismo. Es una película fácil de ver, peligrosamente sencilla como todas las películas del director de Mistery Train. Y hay ternura, un aspecto muchas veces ausente en el cine contemporáneo.

La elección de los actores refuerza esa sensación de calidez. Bill Murray es… Bill Murray, un intérprete que gracias a Jarmusch y Wes Anderson ha crecido meritoriamente hasta convertirse en una suerte de rey de la comedia slow. Le secunda Adam Driver, una suerte de Quijote -la relación clásica se ha invertido- en cuya composición recaen los puntos más oscuros del relato.

Aunque se trate de una comedia hay en el guion una cita de Melville que no deja lugar a dudas, «nameless miseries of the numberless people«: la visión de Jarmusch del futuro de nuestra sociedad opulenta no es muy optimista. El apunte proviene de la literatura, un libro encontrado en el cieno, y su dardo se mueve en todas direcciones: tecnología, consumismo, ausencia de espiritualidad. La cinta y la cita van, por tanto, más allá de la mera crítica al statu quo trumpiano, se trata de una moción de censura a toda la postmodernidad desde la atalaya de un cineasta que ha sido, curiosamente, epígono del movimiento.

Festival de Cannes 2019Se avecinan días de gran cine en la Croissete. Además de los citados se espera el concurso de Desplechin, Bellochio o Loach. Quizá el nombre que dé más publicidad este curso al Festival sea el de Quentin Tarantino. Aquí fue donde se graduó el antiguo dependiente de videoclub con sus Reservoir Dogs y donde alcanzo la maestría cum laude hace ya veinticinco primaveras con su Pulp Fiction. Aunque con suspense, Tarantino estará finalmente en el Festival. Quizá su concurso confirme la tendencia: este parece ser el curso del cine de género como excusa para la denuncia política.

Hay otra película que se espera con interés y es la nueva cinta de los Dardenne, Le jeune Ahmed, que tratará con mínimo suspense el tema del yihadismo. Y muchas directoras: hay ganas de ver lo nuevo de Jessica Hausner y Justine Triet, dos directoras que apuntan películas solidas en tonos muy distintos.

Por ultimo Malick; el suspense es máximo después de las relativas decepciones de sus últimas películas tras la mítica El Árbol de la Vida. La temática y la ambición de su nuevo filme, en postproducción desde hace meses, apuntan a una obra mayor. Pero las espadas están en alto, Cannes es una plaza exigente. Aquí han salido tocados autores como Van Sant o Dolan en los últimos cursos; ciertamente, Malick está en un escalón superior, pero la crítica en Cannes puede ser despiadada, será una proyección apasionante.

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