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Cuentos de hadas en el cine

El próximo 23 de julio se estrena una nueva versión de Ce­nicienta (Cinderella), en esta ocasión marcada por el género musical y con Camila Cabello

Cinderella (2021)

Cuentos de hadas en el cine

Cuentos de hadas en el cine | Resulta paradójico que en estos tiem­pos que corren proliferen películas con temática fantasiosa, pero re­cordemos que, en los peores momentos de crisis, el escritor utiliza el escapismo como recurso literario. De ese modo, embauca al lector en un entorno agradable, en el que dejar volar la imaginación, transportándole a un mundo menos hostil que aquél en el que se encuentra. Re­cor­de­mos el episodio vivido por Ar­thur Conan Doyle y unas supuestas ha­das durante la I Guerra Mundial.

Es por ello, quizá, que el próximo mes de julio (se barajó en principio el mes de febrero) se estrena una nueva versión de Ce­nicienta (Cinderella), de Kay Cannon, en esta ocasión marcada por el género musical y caracterizada por la cantante Camila Cabello.

Los cuentos de hadas en el cine han teni­do mucha aceptación por un público esen­cialmente femenino a lo largo de la historia. El concepto de hada vie­ne del término hado, fatum o destino en latín, y se las representa­ba con alas de mariposa, alma de niña y centrando su atención en los elementos naturales que le sirven como vín­culo con los humanos, como es el caso de la famosa Campanilla de Pe­ter Pan.


Las hadas madrinas evolucionan del francés fée marraine, ya que el con­cepto de madrinazgo está anexo al acto de apadrinar o proteger a se­res de cualquier elemento adverso que pueda cruzarse en su camino e, in­cluso, son las responsables de hacer realidad los sueños de aquellos a quienes protegen. Sus antecesoras son las parcas, lo cual se refleja en La Bella Durmiente y su relación con el hilado.

Esta figura se transmitió a la cultura cristiana en el acto de ser padrino o madrina de bautizo, siendo res­ponsables en caso de ausencia de los pro­genitores. Por ello, cuando en un relato aparece esta figura es de­bi­do a la ausencia materna o paterna, incluso a la de ambos.

Dependiendo de la cultura de la que proceda, su comportamiento se mos­trará de diferente manera. Así, en los cuentos preciosistas cuidan del buen hacer y el destino de sus pro­tegidos, como en el caso de Cenicienta. Mientras, en la creencia fol­clórica, miran por el bien propio, como hace el Hada Madrina de Shrek, obsesionada por el casamiento de su hijo con Fiona.

Su creación viene de la mano de Ma­dame D’Aulnoy, en la época del pre­ciosismo o antesala del Clasicismo francés.

Cenicienta, de Kenneth Branagh

Charles Perrault también es autor de muchos de los cuentos que han llegado a nosotros por tradición oral o gracias a autores más conoci­dos, como los hermanos Grimm, que popularizaron los relatos. Cabe de­cir que, con el tiempo, se han ido sua­vizando para mantener un ambiente almibarado de cara a un público infantil, fundamentalmente en el buen hacer de Walt Disney.

En el mundo cinematográfico se pue­den encontrar algunas de las ver­sio­nes en las que toma protagonis­mo este má­gico personaje.

En 1940, aparece el hada azul en la película que firma Disney, Pinocho, y regala a Geppeto la oportunidad de convertirse en padre de una ma­rioneta de madera creada por él mis­mo, que cobra vida gracias a su va­rita mágica (elemento muy característico en este personaje).

No es hasta casi veinte años después que Disney nos presenta a las en­trañables Fauna, Flora y Primavera para proteger la vida de una princesita llamada Aurora, que ha caído en las fauces de Maléfica, en La Be­lla Durmiente. Curiosamente, en 2014, el personaje de Maléfica (Angelina Jolie) tornará de malvada a pro­tectora de la joven hechizada.

El mago de Oz (1939), de Victor Fleming

En El Mago de Oz (1939), Dorothy (Judy Garlan) es ayudada por el Hada Buena, guiándola por el ca­mi­no de baldosas amarillas para encontrar al gran Mago de Oz.

El Hada Madrina de Shrek (2001, 2004, 2007), con sus malas artes y la firme idea de conseguir todo lo que se propone.

El hada novata (1997) nos muestra por primera vez la figura de un hom­bre graduado en la escuela superior de hadas madrinas (Martin Short), enfrentándose con una bruja mala, encarnada por Kathleen Tur­ner.

Lucinda en Ella Enchanted, que en 2004 mostraba a una obediente Anne Hathaway, llevando a escena el personaje de la autora Gail Garson Levine.

Incluso existe una versión en clave de humor (Hada por accidente), don­de un duro jugador de hockey (Dway­ne Johnson) se convierte en hada con un atuendo ri­dículo.

Pero, sin duda alguna, la protago­nis­ta de todos los relatos de hadas es Cenicienta, desde su versión más an­tigua, posiblemente de origen orien­tal, a la que escribió Perrault o su versión más cruda de la mano de los hermanos Grimm.

Disney nos colmó de bienes en 1950 creando una película de anima­ción y quedamos hechizados por su dibi di dabi dibú. En otras como en Cinderfella (1960), encontramos cambio de roles y el protagonismo de Jerry Lewis. Ever After (1998), pro­tagonizada por Drew Barrymore, que estaba ambientada en la épo­ca re­nacentista, y en 2015 el di­rector Ke­nneth Branagh, acompa­ña­do de ac­trices de la talla de Cate Blan­chett y Helena Bonham Carter, se embarcaba en el proyecto ho­mónimo, sin obtener el éxito espe­rado.

Encantada: La historia de Giselle (2007)

La combinación de animación y ac­tores reales dio como resultado una divertida y entrañable comedia en la que Amy Adams daba la réplica al personaje con una mala, malí­si­ma, Susan Sarandon en Encantada (2007), cuya secuela se espera pa­ra el próximo año 2022.

Pero también en el cine tuvieron cabida las exégesis teenagers co­mo Cenicienta moderna e incluso se atrevieron con la saga. Por otro la­do, la televisión no quedó exenta de crea­ciones como Cinderella (1997), con Whitney Houston y Whoopi Gold­berg.

El proyecto que plantea Sony, es­crito y dirigido por Kay Cannon, tu­vo que ser interrumpido a causa de la pandemia, pero fue retomado pa­ra traerlo a nuestras pantallas el pró­ximo mes de julio: aunque no pon­go todas mis esperanzas en la cin­ta, cuando menos, nos quedará el he­cho de que la música calma a las fieras y alegra el espíritu, un bien muy preciado en estos días.

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