Cine y alrededores: Mujeres fatales en el cine y otras… que no lo son tanto

Mujeres fatales en el cine. ¿Quién querría rescatar de las li­brerías Orgullo y prejuicio sin haber visto an­tes la serie de la BBC bordada por Colin Firth y Jennifer Ehle?

Del teatro al cine, de la página a la panta­lla… Históricamente, el cine bebe de la lite­ratura, busca sus primeros guiones en el tea­tro de Broadway o en las novelas del siglo XIX, las grandes historias de franceses y ru­sos: Anna Karenina, Madame Bovary, Gue­rra y paz

Historias apasionantes, tejidas sobre amo­res tumultuosos destinados al fracaso y en­carnados en mujeres que se asfixian en su entorno. Mujeres excepcionales, como lo es en las antípodas la madre de Las uvas de la ira (1940), inmortalizada en la pantalla por John Ford a partir de la novela homóni­ma de Steinbeck (1939).

Y es que una madre, aún más una madre que (¡femme fatale al fin!) abandonó a su ni­ña por seguir a su amante, ya en la madu­rez es capaz de tirar por la borda su segu­ridad -un matrimonio más que ventajoso que la saque del arroyo- por salvar el matri­mo­nio de su hija.

Habría que explorar el milagro del celuloi­de en el arte de la sugerencia. Cuánta dis­tancia separa la obra de teatro de Óscar Wil­de, Lady Windermere’s Fan (estrenada el 22 de febrero de 1892), del filme homónimo. Un filme que atrajo desde temprano a gran­des directores como Lubitsch (1925) y Pre­minger (1949), o Saslavsky, el director ar­gentino que la convierte en Historia de una mala mujer (1948)… A good woman (2004, Barker) tal vez se conciba como répli­ca ya desde el título.

El cine rescata y populariza una literatura cada vez más alejada de las masas

¿Cuánto le debe esta película al guionista Howard Himelstein, un hombre capaz de bucear en la psicología femenina como Wil­de no había hecho? Helen Hunt (Mrs. Er­lynne) y Scarlett Johansson (Meg Win­der­mere) centran las miradas de una sociedad magníficamente retratada en sus códigos, más cínicos de lo presumible. Y el equí­voco rodea a esa mujer marcada, poliédri­ca a más no poder, pero genero­sa. Un asun­to para explorar más a fondo.

El cine rescata y populariza una literatura cada vez más alejada de las masas. Crisis del libro en nuestra sociedad vertida sin am­bages hacia lo audiovisual. ¿Qué hubiera si­do de Jane Austen sin las adaptaciones ci­nematográficas de Sentido y sensibilidad (di­rigida por Ang Lee en 1995), Mansfield Park (1999, Patricia Rozema), o Emma (1996), encarnada por una pícara Gwyneth Pal­trow a las órdenes de Douglas Mc Grath, quien supo plasmar la volubilidad fe­menina? ¿Quién volvería a rescatar de las li­brerías Orgullo y prejuicio sin haber visto an­tes la serie de la BBC (1995) bordada por el actor de moda, Colin Firth, y considerada como la mejor adaptación de esta novela?

En cuanto a las biografías sobre escritores, ese género tan de moda, ¿quién ha leído a Claire Tomalin (Jane Austen. A life, 1999) y cuántos, por el contrario, no han dis­frutado con una película no tan excepcio­nal, La joven Jane Austen (2007, Ja­rrold), en la que Anne Hathaway encarnaba a esta hija de pastor anglicano que pasó su vida en las vicarías de los campos ingleses, y aún así supo trazar de modo impecable la compleja psicología de hombres y mu­jeres de su época?

Algo semejante podría decirse de Miss Po­tter, la autora de animación de esos muñequi­tos que hacen soñar a las mentes infanti­les. La película de Chris Noonan (2006) fi­ja pa­ra el espectador un tipo femenino en­carna­do por una Renée Zellweger dulce, pe­ro con­tundente en sus aspiraciones de in­depen­dencia: quiere compartir su creativi­dad con el público y, por qué no, cobrar por ello.

Por continuar con las preguntas, ¿alguien hu­biera leído La edad de la inocencia (1920) sin la película de Scorsese (1993)? Y ello, a pe­sar de que su autora, la neoyorqui­na Edith Wharton, íntima amiga de Hen­ry Ja­mes, fue una de las escritoras pio­neras y logró el reconocimiento de sus coe­táneos. El ci­ne “tira” de la literatura: Tus­­quets reeditó la traducción a partir del éxi­to de la película y propició un lento pero se­guro desembar­co de sus novelas. Les reco­miendo su autobiografía, Una mirada atrás (1994, 1933 en su versión original ingle­sa), interesante por su doble mirada: el in­terior de la psicolo­gía femenina y el mundo del primer tercio del siglo XX en que están cambiando tantas co­sas, en particular pa­ra la mujer.

Mujeres trágicas, mujeres fuertes, femmes fatales que no lo son tanto… y el celu­loi­de para consagrarlas y permitirnos una ca­tarsis colectiva.

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