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Crónica de urgencia en el ecuador del Festival de San Sebastián

· En cuanto a la temática y la narrativa hemos visto mucha -demasiada- violencia sinsentido (casi nunca lo tiene, pero en estas historias brilla por su ausencia).

Hemos pasado el ecuador del Festival de San Sebastián y es momento de pararse, resumir y hacer una primera valoración. Hemos visto la mitad de la Sección Oficial y, u ocurre un milagro en estos días que quedan, o la 64 edición del Festival va a ser pobre… por no decir paupérrima. Una edición que confirmaría que -cuando los astros o el Jurado o no sé quien tiene que alinearse, no lo hace- San Sebastián se convierte en un Festival de saldos.  La última etapa de una carrera donde solo llegan los atletas menos dotados.

La buena noticia es que en esta cosecha pobre destacan las películas españolas. De momento dos solventes títulos. Que Dios nos perdone tiene bastantes papeletas para alzarse con la Concha de Oro. La película de Rodrigo Sorogoyen ha gustado a la crítica y al público. Es un thriller seco y duro como él solo pero es también cine de calidad. El hombre de las mil caras lo tiene un poco más difícil. Siendo un sólido thriller -esta vez político- no ha convencido tanto. Aunque Eduard Fernández y Carlos Santos optan claramente a premio.

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En las quinielas está -porque ha gustado bastante- Lady Macbeth, una visceral relectura del personaje de Shakespeare. Su protagonista es firme candidata a la Concha de Oro. Otra película que podría resultar premiada es la china I’m not madame Bovary, otra relectura de personaje femenino literario (en este caso de Flaubert). The Oath, el violento thriller (otro más) del islandés Baltasar Kormákur, cosechó palmas y pitos pero es otro de los títulos premiables y, desde luego, más sólido que otro puñado de películas que no terminan de estar en terreno de nadie como The orphan, Nocturama, As you are, La fille de Brest o la polémica Playground.  Ninguna de ellas ha convencido ni a la crítica ni al público.

En cuanto a la temática y la narrativa hemos visto mucha -demasiada- violencia sinsentido (casi nunca lo tiene, pero en estas historias brilla por su ausencia), el género omnipresente ha sido el drama (como viene siendo habitual), no hemos visto guiones bien escritos y el día que explicaron aquel básico de que los personajes al evolucionar hacen avanzar la historia estos chicos no debieron ir a clase. Reconozco que mientras veía el enésimo título de gente maltrecha que no tiene nada mejor que seguir cavando en el hoyo en el que viven, me acordaba de la canción de Mecano de las polillas que de tanto dar vueltas se han colado en la bombilla. Eso es lo que hemos visto en este Festival de San Sebastián. Cosa que no es muy animante.

Se entiende que una de las películas más aplaudidas haya sido Colossal. En medio de tanta «nada narrativa», tanta falta de estructura dramática, tanta falta de ritmo y tanto drama nihilista, se agradece una marcianada bien escrita, bien realizada y bien interpretada. Creo que es la única vez que nos hemos reído en esta edición. Colossal no concursa pero solo por eso deberían darle una Concha a Vigalondo.Suscríbete a la revista FilaSiete

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Ana Sánchez de la Nieta
Periodista. Editora de Conversaciones con

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